Capítulo 37.

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4 De Noviembre de 1992.
Ilvermorny.

Ash:

Era de noche, el clima estaba fresco, pero la habitación tibia gracias a ciertos hechizos. Las cortinas estaban abiertas, permitiendo que la luz de la luna se colara por las ventanas.

Estaba sentado frente a la ventana y a un lado de la cama, pero no miraba la luna, sino a la peli negra dormida a menos de un metro. Habían estado hablando sobre los antiguos imperios que gobernaron el mundo, antes de que ella se durmiera. Le gustaba hablar con ella, de cualquier tema si se era sincero, aunque la conversación siempre giraba al rededor de temas interesantes. Se sentía cómodo y tranquilo al oírla hablar, al verla y al hacerle compañía, era reconfortante estar a su lado.

Se inclinó un poco en su silla sin dejar de observarla. Ella se encontraba boca arriba, su pecho subía y bajaba constantemente con una respiración tan silenciosa, apenas alcanzaba a oírla, pero ahí estaba.

Su amada se veía tan tranquila e indefensa al dormir, solo allí tendida cubierta por algunas sábanas. Podría matarla si quisiera.

Matarla. Seria fácil en ese momento, mientras ella dormía. Podría cortarle el cuello de un tajo sin darle siquiera el tiempo para reaccionar... No el cuello no, mejor solo tomaria su vida con su guadaña y le daría una muerte rápida e indolora, sin desesperación alguna, que ni siquiera despierte, si eso, debería hacer. Matarla, si la matara la profecía no se cumpliría, por lo tanto seguria rigiendo como la muerte por la eternidad y los demás dioses se quedarían tranquilos al fin.

Su Ana giró, aún dormida, hacía donde él estaba, algunos mechones de su oscuro cabello cayeron sobre su rostro y ella hizo una adorable mueca. Sonrio ante lo que veía, la presión que sintió en su pecho fue extraña, pero no por eso menos bienvenida. Lentamente se puso de pie, dio un par de pasos y se dejó caer de rodillas ante la cama.

Con toda la delicadeza que poseía, movió uno por uno los mechones de cabello del rostro de la peli negra. Sus delicadas facciones hacían que ella se viera frágil, pero la había observado desde que nació y había pasado a su lado los últimos meses. Le constaba que ella era muchas cosas, pero frágil no era una de ellas.

Ella aún era muy joven, pocos años más de dos puñados, para su suerte no consideraba el tiempo un problema, la había esperado por milenios y la seguria esperando el tiempo que fuera necesario. Observandola de cerca se preguntó si en algunos años sus facciones se endurecerian, si el rostro de su amada se volvería más afilado. Sintio gran curiosidad ante eso, fuera como fuera estaría allí para verlo.

Permanecio allí, de rodillas sin pensar en nada más que en quien tenía en frente. Su Ariadna, tan inteligente, curiosa sobre absolutamente todo, cuando hablaba de lo que quería para el futuro había una terquedad persistente en su mirada que le aseguraba que ella lograría todo lo que se proponía. Su vista del mundo y las personas era fría y compasiva a la vez, parecido a ese gris que se ocultaba en sus ojos azules.

Los Mellizos Peverell BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora