Capítulo 43.

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8 De Julio de 1993.
Terrenos Peverell.

Ariadna:

Luego de ponerse ropa seca acepto seguir a Ash fuera de la mansión, mantuvo su varita en mano a pesar de saber que esta sería inútil contra la muerte encarnada, aún así una parte suya insistía en que no era para nada necesario el estar preparada para un ataque por parte del platinado. Si él la quisiera muerta ya lo estaría.

Sin embargo, sabía que algo estaba mal, mentiras o lo que fuera, no podía seguir pasándolo por alto. Aunque quisiera seguir haciéndolo, dudo que hubiera vuelta atrás mientras caminaba entre los árboles, la última vez que había visitado el bosque había colapsado en medio de este por lo que no pudo evitar sentirse algo nerviosa.

Los animales parecían haberse alejado, el viento mismo había decidido callar, todo lo que oía era el sonido de sus propios pasos, los de Ash no hacían ruido alguno, eso era algo que había notado hace tiempo. Las nubes ya no cubrían el cielo, en su lugar estaba el sol brillando, lo suficiente para que evitara levantar la mirada incluso entre la sombra de los árboles.

Caminaron en silencio por largos minutos, en ningún momento sintió la necesidad de emitir palabra alguna. Ash no lo hizo, parecía que ambos estaban sumidos en sus pensamientos, aunque noto las miradas de platinado cada cierto número de pasos. No detuvieron hasta llegar a un gran conjunto de rocas que formaban una pequeña cueva, conocia ese lugar, naturalmente, pero nunca fue particularmente de su agrado.

Ash: Esto es algo que deben decirte otros, las mismas que me lo dijeron a mi, quienes lo profetizaron en un inicio- comenzó. Un sonido salió de la cueva oscura haciendo que Ariadna se exalte mínimamente‐ Ellas están allí esperándo para explicarte todo, no te harán daño, pero si así lo deseas puedo entrar contigo.

Ana: No es necesario, voy sola- tardó en responder sin apartar la mirada de la cueva.

Ash asintio a tientas y se hizo a un lado, se veía resentido a que fuera sola. No titubeó en su caminar hacía el espacio entre las rocas, conocia el camino un par de veces había estado allí, la entrada era algo estrecha, pero luego se recorrer unos metros se encontraba una pequeña sala rústica; una mesa de piedra redonda, un puñado de sillas y unos estantes con uno que otro libro. Ese había sido el escondite de un Peverell dentro de sus propios terrenos.

Mientras avanzaba, oyó el eco de murmullos, voces toscas que le resultaron conocidas. Se detuvo a un paso de la pequeña sala, cuando reconoció las voces, las había oído ese día, al colapsar no tan lejos de allí. Ellas murmuraban cosas, cuando Ash las nombro no tenía idea de quiénes podría hablar, pero cuando las vio de reojo ocupando tres sillas no solo las reconoció, sino que algo finalmente encajó en su mente sobre esa tarde en el bosque.

Los Mellizos Peverell BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora