Failure

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30 Failure - Fracaso.



El portazo quizás se pudo haber oído en todo el complejo de departamentos, incluso en el último piso, donde los chicos universitarios siempre estaban con la música tan alta que él podía escucharla desde la calle. Quizás, y hasta había tirado algunos de los cuadros de su vecina, la señora Keiko, de la fuerza con que lo había hecho.

Hyoga ciertamente no se molestó en detenerse a arrepentirse por ese arrebato de ira mal retenida. No, lo único que podía pensar era en no permanecer donde no era apreciado.

La verdad sea dicha, cuando su madre volvió a abrirse al amor, reconociendo que aún era muy joven para quedarse sola, Hyoga estuvo muy contento. Mucho más cuando conoció al hombre que había enamorado a su madre, y se dio cuenta de que la amaba de la misma manera.

Nada le habría dicho en aquella primera presentación oficial, que aquel hombre acabaría siendo su más grande dolor de cabeza. Bien, quizás estaba exagerando, muy poco, pero lo hacía... porque por mucho que le gustara dejar caer sobre su padrastro toda la culpa, lo cierto es que no era tan así.

Hilda y Fler tenían más culpa en todo esto que el propio Dolbar.

Hilda era una mujer seria y callada, de mirada tranquila y educación ejemplar. Su hermana menor, claramente había crecido sin los mismos reglamentos que ella. Su madre ya había muerto, y Fler aun no llegaba al año. La niña creció siendo más sobreprotegida, e incluso más malcriada... No solo por su padre, Hilda también fomento en ella una actitud de niña que siempre obtenía lo que quería, cuando lo quería.

Y era así como los caprichos de Fler se entretejían en el día a día de la vida de Hyoga.

Porque su madre le había enseñado a ser un hombre honrado, a ser una persona de bien... alguien quien a su creador hicieran sentir orgulloso. Incluso si Hyoga no creía en el Dios de su madre, o no lo hacía con la misma fe que ella, él seguía esos preceptos como su madre se lo pedía.

Y mientras él callaba por no ser quien genere en su casa una guerra por ver quien era el que decía la verdad y quien mentía, Fler no dejaba pasar la oportunidad de echar bajo tierra la imagen de Hyoga frente a su padre. Jugando un juego infantil de quien es el mejor hijo...

¡Juego en el que claramente Hyoga ya jugaba con desventaja! Dolbar no era su padre... era un hombre bueno, pero no lo valoraba como si lo hacía con sus propias hijas. Cosa que no le importaba a Hyoga, él no tenía intenciones de pelear por el cariño del hombre, solo le importaba que su madre fuera feliz, y el amor que él necesita, Hyoga ya lo había encontrado en otro lado.

Increíble de creer si se lo preguntabas a él, pero alegre de que le hubiese ocurrido.

Pero como todo en la vida de Hyoga, el momento en el que encontró aquello que más anhelaba fue el mismo en que comenzó a complicarse toda su vida.

El rubio vio el edificio como algo ajeno, como si no hubiera vivido allí desde que tenía ocho años, como si no hubiera aprendido a llamar hogar a aquella casa. Pensó en su madre, porque claramente eso era lo único que podía hacerlo dudar del siguiente paso. Incluso con su pómulo hinchado, y seguramente comenzando a tomar algún tipo de coloración oscura, la idea de no dejar a su madre era muy grande.

—No puedo volver allí. —Se dijo a sí mismo. Un claro reclamo a la idea fugaz de seguir como si nada hubiese pasado.

¡No! Hyoga no podía hacer eso, ni siquiera por su madre... vivir bajo el mismo techo de las mujeres que con malicia lo humillaron, y del hombre que oso ponerle una mano encima.

Fictober2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora