Sick

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29 Sick - Enfermo.


El reloj sonó como de costumbre, y Shun no se molestó en encender las luces ni abrir las cortinas. Todos sus movimientos eran completamente mecánicos, como en cada mañana... así que la rutina estaba haciéndose cargo de él, y no al revés.

Un baño rápido, la ropa lista a un costado de la cama, y las cosas necesarias para el día de trabajo. Nada raro...

Cerró la puerta de su departamento, y subió los dos pisos que lo separaban del de Hyoga. Allí sí abrió las cortinas y comenzó con el desayuno de todas las mañanas, llamando a Natasha para que despertara, al mismo tiempo en que intentaba no hacer demasiado ruido como para despertar también a Hyoga.

La rutina era esta desde que se había mudado cerca del rubio para así poder ayudarlo con el cuidado de su hija. Y Natasha se había adaptado a ella desde el primer momento en que Shun entro por la puerta, la primera mañana de todas ellas.

—Buenos días, mamá. —saludó la niña, aun en pijama y tratando de abrir sus ojos, mientras pasaba de su cuarto al baño.

Shun saludó de vuelta, pero sin apartar la vista de la cocina. El día de hoy tocaba bento casero... tenía ganas de evitar cualquier cosa que pudiera comprarse en el convini.

Se sobresalto un poco cuando oyó a Natasha saludar a Hyoga, y a este masticar un 'buenos días' bastante difícilmente, antes de que sus pies se arrastraran por el pasillo. Padre e hija se habían cruzado, uno saliendo del baño y el otro queriendo entrar.

El Santo de Virgo se limitó a sonreír, un Hyoga despierto a esas horas solo podían significar dos cosas. O tenía que hacer cualquier trabajo para el Santuario, o...

—¡Odio las malditas reuniones en la mañana!

Bien, ahí estaba la razón de que estuviera en pie tan temprano... y por ende de tan mal humor. No se molestó en amonestar al rubio por el lenguaje, ya que Natasha aun no entendía otro idioma que no fuera el japones. Pero no se olvidaría de hacérselo notar más tarde... después de todo, la niña no tardaría en aprender otros idiomas tan solo de escucharlos a ellos hablarlos una y otra vez.

—¿Puedo comer cereal, papá?

Natasha preguntó al entrar a la cocina, lo suficientemente bajo como para ser un secreto, pero no como para que Shun no la oyera.

Hyoga dudó... con Shun en la cocina, lo que le contestara a su hija podía llevarlo a tener una peor mañana de la que ya estaba teniendo. Y era bien sabido que no podía escaparse con un simple 'pregúntale a Shun'.

—Hay fruta fresca en la heladera, y leche de vainilla... así que no le des los que son dulces, Hyoga.

La voz del Santo de Virgo sorprendió al rubio, no solo porque era raro que accediera a darle a Natasha un desayuno tan 'plano'... si no porque...

—Buenos días, Shun... —saludó el rubio Santo, aclarándose la garganta. —¿Estas bien esta mañana? —preguntó ya con la caja de cereales y la leche en las manos.

Shun asintió, pero no dejó de estar frente a la sartén, obviamente concentrado en acabar un perfecto tamagoyaki. Hyoga podía reconocer que, por el aroma de los demás platos distribuidos sobre la mesada, Shun estaba obsesivamente afanado esa mañana.

—Entonces, ¿está bien que Nat coma cereal?

—Aja... que no sea dulce, Hyoga.

El rubio asintió, sin dejar de ver las manos hábiles trabajar.

—Y si... Natasha come cereal esta mañana, ¿no es mucho el desayuno que estas preparando?

—También preparo obento, Hyoga.

Fictober2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora