Touch

126 14 6
                                    

15 Touch - Toque.



Hyoga sabe que toda la situación está mal. Que no es así como deberían darse las cosas. Pero, también entiende que no puede depender de los adultos para esto.

Porque, si hay algo que Hyoga siempre reconoció, es que jamás dejaría de ser el diferente, el complicado, el que nunca dejaría de hablar distinto y chistoso. El Gaiyin.

El que se ganaba una golpiza entre varios chicos, solo por ser quien era. Y Hyoga había soportado los golpes, hasta que había aprendido a contestarlos él mismo.

Ese se había convertido en su principal 'idioma'. En el: 'tu me golpeas, yo te golpeo' básico, que parecía mantener con algunos de los demás huérfanos de que Fundación Graud tenia viviendo junto a él en la mansión.

Había sido el paso mas sencillo, entre aprender bien los modismos y protocolos de una lengua que no era la suya de nacimiento, y quedarse impávido esperando que alguien se apiadara de él y lo defendiera.

Eso era algo que jamás pasaría, no en la vida de Hyoga al menos.

Aprendió a defenderse y a propinar golpes certeros antes de aprender a decir 'buenos días'... así como también aprendió a golpear primero, antes de ser el primero en ser golpeado.

Claro que tarde entendió, que no todos los que se acercaban a él tenían intención de molestarlo, o burlarse de su cabello y ojos. Había otros, y aunque muy pocos, que solo querían su amistad.

O al menos intentar obtenerla.

Shun fue el primero en tratar de llegar a él. Un niño, callado, tímido, pero muy dulce. Shun era quien raramente hablaba con alguien mas que no fuera su hermano mayor, Ikki. Y, además, siempre intentaba huir de los mismos chicos que atormentaban a Hyoga.

Tal vez, tenían todo lo necesario para ser amigos...

Si Hyoga no hubiera reaccionado a ese primer toque suave en su hombro, de la manera en que lo había hecho.

El golpe fue directo, y con tal fuerza que Shun acabo sentado en el suelo, sus manos pequeñas agarrando el lado injuriado. Con tal asombro también, que no pudo más que quedarse mirando a Hyoga con ojos muy grandes.

Y Hyoga podía sentirse afortunado por eso, sabía muy bien lo que pasaba cuando alguien hacia llorar a Shun... Ikki podía salir de cualquier lado, como un ángel vengador, de entre las sombras, y ningún niño quería toparse con un enojado Ikki.

—¡Izvinite! ¡Izvinite!

Hyoga intentaba disculparse, pero en su apuro no se dio cuenta de que no estaba precisamente hablando en japonés como él creía, mientras intentaba apartar las manos de Shun para ver qué tan fuerte lo había golpeado.

Solo que Shun no estaba a gusto con su toque, rehuyendo de él todo lo que podía, contando la posición en la que estaba, y del hecho de que no quería bajar sus manos de su cara.

—¡Gomen'nasai! —alcanzó a balbucear, esta vez, dejándole espacio al niño, para no seguir asustándolo. —Shun-chan... Onegai.

Shun parpadeó, sorbiendo entre su llanto, que afortunadamente para Hyoga, era silencioso. Alejando su mano de su cara con reticencia.

—¡Pozhaluysta! —Hyoga no sabía si el chico lo entendía del todo, pero al menos no parecía estar más asustado que hacía pocos minutos atrás. —Gomen...

Shun asintió rápidamente, poniéndose de pie más rápido de lo que Hyoga había creído, poniéndose muy cerca del rubio, y tomándolo completamente por sorpresa. Afortunadamente, esta vez, el rubio no reacciono tan drásticamente como la primera vez. Aunque, en verdad no sabía muy bien cómo reaccionar al niño que hablaba rápidamente, casi sin interrupción, como si el golpe jamás hubiera pasado.

Por un instante, Hyoga se sintió incomodo, las manos pequeñas y cálidas descansaban sobre sus hombros, como un toque suave y constante.

—¿Hyoga-kun? —Shun permaneció expectante, luego de que acabara su interminable monologo, esperando por una respuesta del rubio.

Hyoga comenzó a negar, aterrado del hecho de que aun queriendo entender, no había logrado captar nada de lo que Shun había intentado decirle.

Y tal vez, Shun era alguien sumamente especial para ciertas cosas, porque rápidamente pareció entender el temor en sus ojos, y tan rápido como le hablo la primera vez, comenzó una segunda... más lento y con más paciencia, hasta que su pequeño compañero entendiera que era lo que quería.

Hyoga asintió, asombrado por el increíble esfuerzo de Shun en hacerse entender. Nadie, incluso sus profesores, le había tenido semejante paciencia desde que había llegado a Japón.

—Arigatō...

El niño asintió, dejando una mano caer en la coronilla del otro. Incluso con Hyoga siendo mucho más alto, brindaba una imagen muy tierna.

Un toque constante y seguro.

Un, yo si quiero ser tu amigo.


Final del día 15.



Notas Finales: Ayer no hubo... lo siento. Pero si no dormía temprano iba a ser un zombi en el trabajo.

Fictober2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora