Ángel Lawler

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Fue en un mes de julio...

     Fue en un mes de julio en el cual el hombre que había sembrado tanto asco y terror, Ángel Lawler, se halló muerto en nada más que su propia mansión.

     Eso era más o menos lo que soñó Karoline una vez, y cuando despertó, realmente deseó que fuera verdad.

     Porque esa muerte no era verdad.

     Ángel Lawler seguía vivo.

     Vivo, después de tantos años.

     Y él constantemente le recordaba su existencia, incluso cuando estaba encerrado pagando su pena en la prisión de mayor seguridad del país.

     Él le recordaba que sobrevivió.

     ¿Cómo?

     Allí, sobre su mesa, al lado de la fotografías que le recordaban que había salido adelante, que superó muchos de sus traumas y era exitosa en la moda en la actualidad, allí, allí estaba una carta.

     Esa "carta" tan sólo poseía una sola palabra.

      Karoline tenía más de esas cartas —con esa misma palabra, por supuesto— escondidas debajo de su colchón.

     Su esposo no sabía que las había estado recolectando.

     Su esposo no sabía que seguían llegando.

     Suspiró.

     Posando una mano en su estómago, leyó:

     "Mía".

     Y Karoline apretó los dientes, explotó, llegó finalmente a su límite, por lo cual ella hizo lo que debía hacer.
  
     Lo que creía que debía hacer:

     Lo visitó.

     La cárcel era oscura, violenta y fría.

     Eso no tuvo que hacerle recordar a él.

      Y él... él no se sentó inmediatamente, cuando el guardia lo escoltó a su encuentro.

    Él no se sentó inmediatamente, se quedó de pie, como ella misma lo estaba debido a su ansiedad.

    Él la bebió inmediatamente.

    La mirada del hombre se deslizó por todo su ser; primero abajo y luego arriba.

     Y viceversa.

     Y otra vez.

     Y otra, otra vez.

     Él se fijó en su vientre hinchado.

     Un estremecimiento llegó a ella.

     Ella dijo:

     —Basta.

     Los ojos de Ángel se posaron en los suyos. El ojo de impresionante color azul resaltaba más ahora, dado que una parte de su cara se había arruinado...

     Era la belleza alrededor de la destrucción.

     Él sonrió, llegó a su asiento y se sentó, tan elegantemente como siempre. Las esposas que rodeaban sus muñecas emitieron un ruido al cual Karoline no pudo evitar sobresaltarse un poco.

     Pensamientos como "Él se liberará" llenaban su mente. Sí, estaba un poco paranoica.

     Culpó de ello a su embarazo.

Ángel, el Demonio © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora