08 - Trabajo

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Ambas, se encontraban frente al gran edificio. Observaron hacia arriba, arriba, bien arriba, para luego mirarse entre ellas y sonreír.

     —No puedo creer que esto esté pasando, Jenny —dijo Karoline, sin evitar demostrar su emoción.

     —¿¡Tú crees que yo sí!? —chilló la contraria, tomando una bocanada de aire poco después—. Vamos, vamos. Entremos.



      Miradas de desprecio fue lo primero que logró reconocer en algunas de las empleadas del lugar. Observó a Jenny, ésta se mantenía maravillada analizando todo a su alrededor.

     —Jenny...

     La mencionada dejó atrás el, de seguro costoso, artefacto que no conocía, y la miró.

     —¿Hm?

     —¿A dónde vamos ahora?

     Ella se mordió el labio al no saber qué responder. Sacó su celular y llamó, siendo atendida segundos después.

     —¡Tío! —gritó, llamando más la atención, pero no se daba cuenta. Sonrió, incluso cuando éste no podía verle—. Mi amiga y yo ya estamos aquí. ¿Podría- ¡Genial, aquí esperamos!

       Colgó, y siguió con su análisis de lo que veía, ignorando a una muy curiosa Karoline.

       Ésta al no ser tomada en cuenta, carraspeó ganando la atención que necesitaba.

      —¿Por qué llamaste a tu tío?

     Jenny entonces sonrió. Iba a sorprenderla.

      —Mi tío es la mano derecha del jefe.

      —Oh... —emitió, ahora pensativa. No sabía mucho de este "tío", se dio cuenta—. Pero, ¿para...

      Fue interrumpida.

      —Mi tío dijo que casi le rogó al señor dueño de todo esto —indicó el lugar con un ademán—. Pero después pues, funcionó. Nos dieron la oportunidad de trabajar aquí.

     Karoline entrecerró los ojos.

      —¿Así sin más?

      Jenny asintió, queriendo terminar la conversación para ver lo que se encontraba detrás de la contraria. Se veía interesante a lo lejos. Quería tocar. Era brillante. Sin embargo, al levantar la mirada, notó que Karoline se mantenía con los ojos entrecerrados, no creyéndole.

      —Sip, Karo, así sin más. —contestó, sintiéndose un poquitín ofendida por la desconfianza.

     —No puede ser que mi pequeña Chucky haya crecido tanto —dijo alguien a sus espaldas. Voltearon pronto, y Jenny, al reconocer al hombre, se abalanzó sobre él, abrazándolo con fuerza.

     —¡Deja de llamarme Chucky! —exclamó, con una amplia sonrisa. Se apartó de él—. Mira, tío. Ella es mi amiga, Karoline Mckay.

      El hombre sonrió, tomó su mano y la saludó con un apretón de manos.

      —Karoline Mckay... Mckay...—pronunció, frunciendo el ceño, como si tratase de recordar algo. Negó con la cabeza poco después—. Mucho gusto, soy Sebastián Breilg.

Ángel, el Demonio © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora