14 - Habitación

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Cómoda.

     Esa era la descripción perfecta para la cama en ese momento.

     Extraño.

     Era extraño, porque su cama nunca se había sentido igual.

     Club.

     Ella nunca salió de ahí.

     Abrió sus ojos de repente, y se mantuvo inmóvil en su lugar al ver el techo. Pronto miró a su izquierda, luego a su derecha, y nuevamente al techo.

       No es su habitación.

       Se reincorporó rápidamente e hizo un mueca por el agudo dolor en su cabeza. Masajeó su sien, mientras volvía a ver a su alrededor.

       Y se quedó helada.

       —Al fin despiertas —dijo el otro.

       Sin pensarlo dos veces, posó sus ojos en su cuerpo; no vestía... nada más que su ropa interior.

       Levantó la vista, sus ojos cristalizándose, la rabia aumentando por el hombre que estaba sentado a unos metros de ella.

      —¿¡Qué me hiciste!? —exclamó, sujetando con fuerza las sábanas que ahora cubrían su cuerpo. El contrario solo rió sin comprender—. ¡Eres un cerdo!

     Quien fue llamado cerco, frunció el ceño.

        —¿Qué? Hey, niña, más respeto —Negó con la cabeza decepcionado—. No es mi culpa comer tan rápido cuando tengo hambre —Dicho ello, acabó con rapidez, el pedazo de tostada que tenía en la mano.

       Ignorando las molestias de la resaca, Karoline se levantó. Una lágrima bajó por su mejilla, haciendo que el mayor se alertara.

       Y sin verlo venir, el control remoto impactó en su cara.

       —¡Cerdo! —le gritó, buscando, buscando.

       Una almohada llegó después, atinándole en la cara.

       —¡Deja de lanzarme cosas! —ordenó, mientras se sobaba el área afectada. No veía el por qué ella se comportaba así.

     Ella, por supuesto, no le obedeció. Quería hacerle daño por lo que le hizo.

       —¡Asque-

      «¿No debería de sentir dolor o algo parecido?», pensó, mientras observaba al hombre tratar de esconderse.

       —¿Qué me hiciste? —cuestionó, mirándolo con recelo—. ¿Dónde está mi ropa?

         Él, aún escondido, la observó un momento y luego salió, dándole la cara.

         Su golpeada cara.

       —¡No hice nada más que ayudarte, desagradecida! ¡Debería ser yo el que esté lanzándote cosas!

      Karoline parpadeó.

      —¿Ayudarme? ¿Ayudarme en qué?

      Resoplando, contestó:

      —¡Yo cuidé de ti mientras el jefe estaba ocupado!

       «¿El jefe?»

      —¡Vomitaste como si la vida dependiese de ello! ¡Me empapaste!

      Exageró, sí, pero estaba molesto.

      Karoline retrocedió unos cuantos pasos, tratando de asimilar.

      Y entonces los recuerdos de la noche anterior llegaron como un rayo. Antes de dormirse —quedar inconsciente—, había visto a su jefe. Eso explicaba un poco lo que el hombre frente a ella decía.

       Más calmada, preguntó:

      —¿Por qué... por qué estoy desnuda?

      —Ni que lo estuvieras completamente —dijo él, rodando los ojos.

      —¡Responde, Sebastián! —Estaba tan alterada, que no notó la nueva presencia en la habitación.

      —Bueno, ya te dije: vomitaste...

      —Oh. —Comprendió—. Entonces...¿tú-tú me desnudaste?

      —No, ese fui yo.

      Ambos pares de ojos se posaron en él; en Ángel.

      Unos de manera divertida y otros con sorpresa...

      Con vergüenza.

💣

¡Gracias!

-Ally🍭

Ángel, el Demonio © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora