36 - Temor, desaparición

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Manuel McKay ha desaparecido.

     De eso se enteró su hermana menor varios días después de estarse escondiendo desesperadamente del susodicho pues... temía el tener que encontrarlo en algún momento y, esta vez, no salvarse de sus retorcidos deseos.

      Porque el tiempo no acabó con su angustia, simplemente la aumentó.

      Temía, temía y lloraba. Karoline lloraba con los recuerdos que comenzaron a tomar sentido. Entonces le dolería la cabeza, y tendría que tomar medicina para mantenerse serena.

      Estuvo... por varios días encerrada en el hogar lujoso de su amigo, Ángel Lawler, sin atreverse a mirar la televisión, o contestar llamadas.

       Ella apagó su celular. Le horrorizaba que la rastrearan.

       Y en algún momento, deseó morirse, porque mientras respirara, existía la posibilidad de que la hiriera...

       Le poseyera.

       Si Manuel quería algo lo obtenía, ella era consciente de ello.

       Karoline no creía ser capaz de salir cuerda de una violación.

       Muy pocos lo hacían, muy pocos salían adelante con ese peso, ese angustioso recuerdo.

       A veces... casi siempre, tenía pesadillas, terribles pesadillas en las cuales su hermano lograba su cometido y la tenía, la tenía. En sus pesadillas, Ángel nunca la ayudó, y ella sólo sufrió.

       Y Karoline no salía, no miraba por la ventana, rara vez vio la luz del sol. Se mantenía en la enorme cama, con la cara pegada en la almohada de tela fina, esperando que un día más de su vida acabara.

       Pero ello, esa cosa destructiva que era su encierro, no duró demasiado.

      Ángel le ayudó a salir del agujero oscuro que era su tristeza, miedo, dolor. Él la ayudó. Le ofreció su hombro para que llorara, le brindó palabras que la fortalecieron, y causó que se riera cuando sólo quería dejar de existir. Él no era mucho de cocinar, y lo hacía para ella, porque Karoline no podía confiar en nadie cerca suyo.

     La servidumbre podía ser enviada por su hermano.

     Podía, podía, podía.

     Él podía encontrarla,

     Él podía llevarla de vuelta,

     Él podía llevarla de vuelta para hacerla llorar.

     Él sólo podía hacerla llorar.

     Su nivel de paranoia era enorme.

     Lo escuchaba, a Manuel, algunas veces gritando su nombre:

     —¡Karoline, Karoline!

     Y ella gritaba también pero de puro miedo, en un rincón de la habitación o sobre la cama, arropándose completamente, esperando que el monstruo desapareciera.

      —¡Déjame, déjame en paz! ¡Por favor, te lo ruego, déjame en paz!

     Ángel fue una gran ayuda para superar el desastre de su mente, y agradecía al hombre infinitamente por ello.

      Porque se despertó un día, sintiéndome bien.

      Pero sus problemas no la dejaron...

      Apenas encendió su celular, finalmente, este vibró, mucho. Y justo cuando estuvo a punto de comenzar a leer cada notificación, en la enorme televisión curvada apareció:

Ángel, el Demonio © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora