25 - Capucha

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Tres semanas habían pasado desde lo sucedido.

     Tres semanas fingiendo creer la versión de Sebastián.

     Tres semanas sin saber realmente qué pasó, sin saber por qué el hombre enmascarado no... le hizo nada.

      Estaba tan aliviada, estaba tan confundida.

       —... y entonces, mi tío dijo que me llevará a comprar ropa nueva. ¿Estás bien con eso?

      Karoline parpadeó unas cuantas veces, sin saber a qué se refería la contraria. Igualmente, asintió.

      —¡Gracias! —chilló, alegremente—. No bebas~

       Tomó sus cosas y se dirigió animada directamente hacia la puerta.

      —Espera, Jenny, ¿qué vas a-

      —Ya te dije, iré de compras con mi tío —Rodó los ojos al notar que la más joven no le prestó atención anteriormente—. Ve directo a tu casa, ¿sí?

       Karoline parpadeó, nuevamente.

      —Eh, sí.

      La mayor sonrió una última vez, y después sólo se fue.

       —Oh. —Fue lo único que emitió, sabiendo que nadie podía escucharla ahora.

       Luego de semanas, tendría que volver a casa sin la compañía de Jenny...

      Sola.

      Nada malo pasará.

🔹🔹🔹

      Observó a su alrededor, recordando perfectamente todo lo ocurrido esa noche.

      Caminó con prisa, notando que las escasas luces artificiales del sitio parpadeaban.

      Tal como esa vez.

      Negó con la cabeza, tratando de eliminar el pensamiento, tratando de no asustarse más a sí misma.

      —Debo calmarme —musitó, por supuesto para su persona—, tengo que calmarm-

     Y como pasó antes, hubo un apagón.

     Jadeó. Su corazón palpitando con velocidad dentro de su pecho, sus nervios aumentando cada vez más.

      —No pasará lo mismo, no pasará lo mismo, no pasará lo mismo —se repitió en susurros—. No pasará... —Las luces se encendieron. Y ello, le permitió soltar un suspiro de alivio—. Qué alivi-

      De repente, un toque en su hombro la hizo gritar y pegar un respingo en su lugar. Con velocidad se giró, posando poco después su mano en el pecho al reconocer a quien tenía frente a ella.

     —¿Asustada?

      Karoline suspiró de nuevo, ya más calmada.

     —No, claro que no.

     Él negó con la cabeza, una sonrisa de superioridad en sus labios.

     —Lo estabas.

     —No lo estaba.

     Los ojos contrarios se posaron sobre los suyos, tan intensamente, que no pudo evitar sentirse avergonzada al recordar:

     1. Él la vio semidesnuda.

     2. Ella lo vio a él desnudo. ¡Su espalda y trasero cuentan!

     3. Parte también del segundo punto, lo vio en acción, ¡En acción! ¡Con su secretaria!

     No puede ser que me esté sonrojando, pensó, al sentir sus mejillas calientes.

     Carraspeó. Y una duda llegó:

     ¿Le hablo de "tú" o de "usted"?

     Negó.

     —¿Qué... qué hace el jefe por aquí? —cuestionó viendo a su alrededor; un par de personas pasaban por ahí, sólo un par.

     —Puedes tutearme.

     Lo observó ante sus palabras tranquilas. La penetrante mirada de él sobre ella.

      —Ah, sí —dijo asintiendo, sintiéndose intimidada—. Entonces —Hizo un mohín, sólo por un momento. Se recompuso e inquirió—: ¿Qué haces... por aquí? Señor, ¿me estás siguiendo? —Se atrevió a bromear, tratando de eliminar lo tenso en su organismo.

      Él no respondió. Incluso cuando pasaron tres minutos, no lo hizo.

      —¿Señor... ?

      —Ángel. —corrigió—. Deja de llamarme señor.

      Karoline parpadeó. Aquí, al jefe, siempre se le llama "Señor". Es más, se le llama así a los superiores, y el único 'cambio' era el "Señora", que era evidentemente para las mujeres. Frunció el ceño por unos segundos. Sí, segundos; porque las luces volvieron a apagarse.

     —Esto tiene que ser una broma —dijo ella en voz baja.

     —Te ayudaré.

     Ella verdaderamente estaba perdida. Porque no sabía en qué podría ayudarla.

      —¿Ayudarme en-

      Luego sintió una mano sosteniendo la suya con suavidad. Él jalaba un poco de ésta para hacerla caminar.

      —Señ- Ángel, ¿a dónde-

      —Voy a llevarte a tu casa —le informó él, sin volverse—. Mi auto está cerca.

      —No es necesario. Puedo llegar so... —Sus palabras se vieron interrumpidas, como por enésima vez, cuando a la distancia observó a un hombre alto con capucha.

     El miedo y preocupación la inundaron casi de inmediato.

     Caminó con más rapidez, sin apartar la mirada del encapuchado, y no fue consciente, de la sonrisa burlesca que apareció en los labios del hombre con ojos bicolor a su lado.

      Sí, había caído en la primera trampa de Ángel... Demonio.

💣

Gracias 🖤

—Lu☄️

Ángel, el Demonio © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora