Karma

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Espero que esta sea la mejor decisión...

Andy suspiró frente a la puerta de su nuevo apartamento. Con su mano derecha sostenía la última caja por acomodar, la cual contenía las cosas que él siempre guardaba en su mesa de noche.

Se detuvo unos segundos y observó con detenimiento la chapa plateada con el número "3" pegada en su puerta de entrada. Tomó el cerrojo con la mano izquierda e ingresó al apartamento, cerrando la puerta detrás de él.

Suspiró nuevamente al echar un vistazo.

A pesar de ser algo viejo, el lugar era luminoso. Pero además, en ese momento era un completo desastre: sus cosas se encontraban tiradas en el suelo aún sin un lugar designado, y le estresaba el hecho de que la noche estaba por caer y debía acomodar todo antes de que eso sucediera.

Comenzó a poner los muebles en su lugar y a meter todas sus cosas en ellos. No estaba muy seguro de adónde acomodar cada cosa, ya que esa era la primer vez que vivía solo y en sus anteriores mudanzas había sido siempre su madre Anna quien se encargaba de hacerlo.

Debí haber aceptado la ayuda de mamá..., ponunció en voz alta, sentado como indiesito sobre una pequeña alfombra color café, y observando desde la puerta ventana del balcón cómo el sol se ponía detrás de unas montañas bajas.

No, debo aprender a vivir solo, ahora soy un recién graduado en Economía, y soy... adulto, pensó, y frunció el ceño cuando escuchó su estómago rugir, espero que haya algún restaurante cerca de aquí.

Acomodó las últimas cajas y se dispuso a salír del apartamento. Bajó por las escaleras los tres pisos hacia la planta baja y saludó con una sonrisa al portero cuando cruzó por la puerta.

¡La gente es tan amable aquí!, sonrió mientras caminaba sin rumbo hasta encontrar algún lugar abierto donde comprar comida.

Para su suerte, no fué mucho lo que tuvo que buscar, ya que, literalmente, se chocó con el cartel de un restaurante de comida italiana a la vuelta de la esquina, cuando caminaba despistado observando el cielo. Se frotó la cabeza aún en el suelo.

-Deberías tener más cuidado -una voz apareció detrás suyo e instantáneamente giró la cabeza para ver quién le hablaba, o peor aún, quién lo había visto chocar de esa manera grotesca con un cartel metálico colgante.

-¡Es que ésta cosa está muy baja! -argumentó Andy intentando enfocar su mirada para ver quién le hablaba, pero solo pudo ver una cara borrosa y sonriente.

-No está tan baja, tú mirabas las nubes -se escuchó una risita algo burlona-. Mi nombre es Jason, Jason Black. -el chico estiró su mano para ayudarlo a levantarse.

-Me llamo Andy Dixton -tomó su mano y tiró de ella débilmente, sintiendo una punzada en el lado derecho del cráneo. El chico, a pesar de ser delgado, tuvo que hacer toda la fuerza para levantarlo-. Esa cosa si que es dura -Andy señaló el cartel con el nombre de "Giussepe" que se movía de un lado a otro por el golpe. Luego observó al chico y le sonrió. Él era esbelto y atractivo, y sus ojos casi desaparecían por sonreír tanto.

-¿Venías al restaurante? -preguntó él. Andy no pudo creer como todos en ese lugar eran tan carismáticos y amables; era cosa de otro mundo.

Observó la fachada del restaurante italiano; se veía agradable.

-Si. Acabo de mudarme y muero de hambre -miró hacia adentro del local para ver si había lugar, pero frunció el ceño confundido al notar que estaba completamente vacío.

Andy había decidido mudarse a la ciudad de North Boneville, en el condado de Skamania y al sur del Estado de Washington. Esa fué la ciudad más pequeña y menos poblada que encontró en el mapa. También se había asegurado que fuera una que estuviera lo suficientemente lejos de Seattle, de donde venía. Necesitaba alejarse de todos y de la locura que era vivír allí, así que terminó en ese remoto pueblo rodeado de campos. Era el lugar perfecto para él, aunque nunca imaginó llegar a un restaurante y que no hubiera absolutamente nadie dentro de él; en Seattle había filas de personas esperando por ocupar una mesa. Pero podía acostumbrarse a la idea de que ahora comería solo, sin malas compañías.

-¿Tú vives aquí? -le preguntó al chico que aún se paraba frente a él.

-Vivo en esta ciudad hace casi cinco años, podría enseñarte dónde quedan las cosas si quieres.

Andy se sintió bienvenido al escucharlo, y no vió por qué no aceptaría su ayuda; él se veía adorable con las manos tomadas detrás de su cuerpo, y esa sonrisa amigable que le achinaba los ojos. ¿Cómo podría negarse a su oferta?

-Claro -contestó-. Ahora tú... ¿quieres cenar conmigo? No conozco a nadie aquí, asique...

-Por supuesto -respondió él, animado.

Las horas pasaron, y resultó ser que Jason, ese chico rubio de sonrisa infinita, era justo la persona que Andy necesitaba en ese momento.

Él le habló de la ciudad y pasaron un buen rato. Era bueno conocer a alguien en caso de emergencia, o en caso de no tener con quién cenar. Además, él parecía ser una buena persona...

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora