En la oscuridad

6 1 0
                                    

Andy abrió los ojos bien grandes y miró a Sam con el corazón acelerado de impotencia.

-Repítelo por favor...

-Dije que te mentí -Sam tragó saliva y continuó hablando-, nunca tuve una casa a dónde ir por las noches cuando mi turno termina.

-Pero... -pronunció Andy incrédulo-. ¡¿Osea que duermes todos los días en el banco de metal?! -se alarmó por su salud-. ¡Tu espalda debe doler como el infierno!

Sam se echó a reír.

-De hecho, tengo una terrible contractura en la espalda. Me duele -se quejó apretando los ojos.

Andy rió, pero en el fondo estaba preocupado por él.

Le pidió que se acostara boca abajo. Destapó su espalda por completo y se subió encima. No solo para apreciar su lindo cuerpo, sino que además quería contribuir en hacerlo sentir un poco mejor. Lo acarició suavemente y dejó besos desde su espalda baja hasta sus hombros.

¿Cómo había soportado todas esas cosas él solo? Andy sintió compasión por él: era un chico joven, y con muchos problemas serios. También lo admiraba por siempre llevar puesta una sonrisa, por trabajar todos los días, por hacerse cargo de los trámites, y de los sentimientos, que seguramente no eran fáciles de soportar estando solo.

-¿Por qué no me dijiste la verdad antes? -preguntó entre besos; su piel era suave y tersa.

Sam levantó la cabeza de la almohada para hablar:

-¿Cuál sería tu primera impresión de mi si te hubiera dicho que vivía en ese banco?

-¿Pero por qué no tienes una casa más cerca del edificio?

-Pues porque uso todo el dinero que gano para pagar los abogados de mi padre. Estamos tratando de sacarlo de la cárcel. -Cerró sus ojos mientras Andy le dejaba más caricias en la espalda-. Además, trabajo tiempo completo, no tendría caso...

-Entiendo... -Andy pensó unos segundos-. Puedes vivír conmigo si quieres... No me molesta compartirte mi baño y mi cocina.

-Andy...

-Sé que apenas nos conocemos, pero ahora sé de tu situación, y en serio no tengo problema de que vivas conmigo...

-¿De verdad? -Sam se giró para verle la cara, y sonrió ilusionado-. Gracias...

-No es nada -Andy se compadeció de él. Lo mínimo que podía hacer para ayudarlo era dejarlo compartir el apartamento para que no tuviera que dormir en el frío de una recepción oscura y vacía, y ducharse en un baño de uso común diminuto donde decenas de personas hacían sus necesidades diariamente. De tan solo pensarlo le dió un escalofrío. ¿Cómo había soportado así tanto tiempo?

-Ah, me olvidaba... -agregó Sam apoyando otra vez la mejilla sobre almohada.

-¿Más noticias? -preguntó Andy asustado. Cada vez que él decía algo así era porque había encontrado una nota en el buzón.

-De hecho si... -sonrió tiernamente-. Hoy llamé para que me redujeran el horario de trabajo.

-¿Qué? ¿Enserio? -dijo entre sorprendido y contento.

-Si, trabajaré medio tiempo a partir de mañana, iba a elegir el turno noche para asi poder dormir en el banco, pero ahora que me ofreces esto, pienso que trabajar el turno mañana sería mas conveniente. ¿Qué dices? -giró todo su cuerpo sobre la cama, dejando a Andy sentado sobre su vientre bajo para ver su reacción-. Si tú quieres, quisiera pasar más tiempo contigo... Hace mucho que no salgo, no tengo amigos y eso... Necesito vida social -admitió.

-¡Claro que quiero! -se agachó para dejar un corto beso en sus labios-. ¿Pero cómo pagarás todo lo que tienes que pagar con la mitad del dinero?

-Si Dios quiere, pronto no lo necesitaré más -sonrió con un dejo de tristeza en su rostro.

-Oye, mañana puedes traer tus cosas aquí -propuso entusiasmado.

-¿Enserio? -se mordió el labio y observó su cuerpo sobre él, empezando por sus piernas y subiendo por su abdomen hasta su cara.

Andy cubrió su estómago con sus brazos; le daba pena que él lo mirara de esa forma, como comiéndoselo con la mirada.

-¿Qué sucede? -preguntó.

-Es que... -Sam se relamió sin pudor y observó con más detenimiento cada parte de su cuerpo-. Creo que eres perfecto.

-Ay... -Andy sonrió avergonzado-, deja de decir tonterías.

-Y además...

-¿Además qué?

-Estás sentado en una de mis partes sensibles -rió.

Andy soltó una carcajada y se agachó para dejar otro beso en sus labios. Había algo reconfortante en él, en sus besos y en sus caricias.

Al mudarse a esa ciudad supuso que estaría solo por mucho tiempo hasta que pudiera sentirse a gusto y hacer algunos amigos. De hecho, en la película mental que había armado en su cabeza, pasarían incluso años antes de conocer a alguien que lo hiciera sentir completamente seguro. Y apenas llevaba días de conocer a Sam, pero podía jurar que lo que tenían, fuera mucho o poco, llegaría lejos. Simplemente podía sentirlo.

Ese día, otra vez, la cama quedó completamente desarmada.

Era extraño para Andy compartir la intimidad con alguien. Las personas con las que había tenido relaciones anteriormente habían sido cosa de una sola noche. Jamás de los jamases hubiera llevado a alguien a su casa, y menos aún a su cama, ya que su padre sería capaz de matarlo si se enteraba. Por esa razón comprartir cama se le hacía extraño. Pero agradable.

Y era por esa misma razón que a sus padres sobreprotectores les había costado tanto dejarlo ír. Porque ya no podrían controlar lo que hiciera de ninguna manera.

Algunas horas habían pasado y se encontraban ahora desnudos sobre la cama. Andy se sentaba a horcajadas sobre Sam mientras charlaban acerca de lo que harían al día siguiente además de seguir comprando dulces; aunque ambos concordaban con que lo que había pasando en la tienda con esa tal Felicitas era algo escalofriante. ¿Cómo es que había sacado todas esas conclusiones? ¿Acaso trabajaba de encubierta para el FBI? Con esa cara de niña buena y sonrisa amplia. Jamás hubieran imaginado que fuera tan metiche.

Ambos se miraban, hablaban y al mismo tiempo sus manos conocían mejor sus cuerpos. Habían pasado horas en esa cama y no se cansaban de darse placer. Pero de repente, el sonido de sus quejidos se detuvo para dar lugar a otro sonido, uno que no esperaban en lo absoluto: cinco duros golpes consecutivos contra la madera de la puerta. Quien sea que estuviera allí afuera probablemente se había lastimado los nudillos.

Ambos chicos miraron exaltados hacia la puerta. ¿Quién golpearía con tanta furia y a esas horas de la noche? Claramente no podía ser el portero...

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora