Infiltrado

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-¡¿Qué haces aquí?! Andy saltó de la silla al ver a quién tenía detrás.

-No, la pregunta es qué haces tu aquí...

-Pero te dije que estaba bien solo, papá -se levantó de la silla y le dio un fuerte abrazo.

-¡Siempre se necesita un poco de amor de padre a hijo! -lo apretó contra su pecho y acarició su espalda.

El padre de Andy era el Comisario en jefe de la Comisaría Nacional de los Estados Unidos, en Seattle. Para ser un policía en sus 50's era un hombre un tanto excedido de peso. Se estaba quedando calvo de tanto lidiar con los problemas de la ciudad, y sus años como policía habían logrado una personalidad un tanto tosca y arrogante. Pero amaba a su único hijo. A su manera, claro está...

-¿Cómo me encontraste?

-Los policias tenemos secretos, hijo -rió haciendo alarde de su placa-, pero no, estaba buscando la dirección de tu apartamento y te vi aquí con... -miró a Jason de arriba a abajo como a un acusado de algun delito.

-Papá, el es Jason -lo señaló- Me mostró la ciudad ayer.

-Soy el comisario Dixton. Charles Dixton, mucho gusto -estiró la mano y Jason se levantó de la silla para tomarla.

-Mucho gusto señor Dixton. Me llamo Jason Black -sonrió asustado y masajeó su mano luego de sentir el fuerte apretón que le había dado.

Andy observó a su padre por un momento. Pensó que no volvería a verlo por mucho tiempo. Pero allí estaba.

-¿Hacía falta que vinieras con tu traje de policía? -miró a los alrededores con vergüenza. La gente solía observar una escena donde algún policía hacía presencia, pero el pueblo estaba tan desolado que ni siquiera Giussepe salió a ver que sucedía.

-Ya sabes, me gusta que la gente me tenga respeto -dijo, para no decir miedo. Y rió alardeando de su pistola colgada en el lado izquierdo de su pecho.

-Cuánto tiempo te quedarás aquí? -se sentó invitándolo a sentarse en una silla junto a ellos.

-Bueno, quería ver como se encontraba mi único hijo... -suspiró apoyando sus manos sobre su enorme barriga. Tenía el aspecto típico de un comisario de las películas de Hollywood-. Me quedaré hasta que me vaya.

Andy sonrió. En casa con la familia, cuando no presumía de su placa, su padre hacía uso de un buen sentido del humor.

-Excelente, puedes quedarte hasta que te vayas conmigo, en mi apartamento -Andy sonrió emocionado.

-Claro que no, ya reservé en un hotel por aquí cerca -claró-. Guiandome por las fotos que me has enviado, tu apartamento es demasiado pequeño para ambos.

Andy asintió y miró al suelo. Por el lado contrario, su padre también tenía la costumbre de desmerecer todo lo que él tuviera o hiciera. Pero aún así se querían mutuamente: su padre lo había ayudado en infinitas ocasiones.

-Está bien -sonrió desganado-. ¿Y mamá como está? -sus ojos color café se iluminaron al pensar en ella.

-Tu madre está bien, pero te extraña mucho -contestó con melancolía.

-¿Y por qué no vino aquí?

-Dijo que si te veía querría llevarte de vuelta a casa, asique prefirió quedarse.

-Entiendo... -dijo con tristeza.

-Veo que haces amigos muy rápido -señaló a Jason frente a él.

-Así parece -Andy lo miró también, él se encontraba algo incómodo y sonreía falsamente-. Jason, ¿te parece si nos vemos otro día? Quisiera pasar algo de tiempo con mi padre antes de que se vaya.

-¡Por supuesto! -él se levantó de la mesa y extendió una mano dirigiéndose al comisario-. Fué un gusto conocerlo señor Dixton.

El padre de Andy asintió y tomó brevemente su mano. Jason saludó a Andy diciéndole que hablarían luego de "eso" que tenían pendiente antes de retirarse con el casco de su moto colgando de un brazo.

-Parece un buen chico -comentó Charles y pareció indagar en la mirada de su hijo, casi como si quisiera descifrar qué clase de relación tenía con ese chico-. Creo que al fin estás haciendo buenos amigos...

-Papá, no empieces... -Andy rodó los ojos con pesadez-. ¿Quieres ir a mi apartamento?

-Claro, pero, ¿habías ordenado algo?

-De hecho si, ¿tú tienes hambre?

-Acabo de devorar una hamburguesa completa -rió.

-Espera un segundo.

Andy entró al restaurante y le pidió a Giussepe que cancele la orden. Le pidió disculpas porque la comida estaba casi lista, y se ofreció a pagarla, pero Giussepe lo convenció de que no hacía falta.

Andy y su padre caminaron hacia el apartamento mientras Charles se quejaba de su dolor de espaldas. Gracias a sus treinta años de servicio, el comisario Dixton había ascendido al punto de solo tener que hacer papeleo administrativo. De otra forma esa enorme barriga no le permitiría correr tras un fugitivo como cuando tenía veinticinco años.

Al llegar al edificio, Andy pudo ver a través de la gran ventana junto a la puerta al portero sentado sobre el banco que solía usar como cama. Notó como Sam, al verlo a él y al entrajado señor con el que venía, se levantó velozmente para abrir la puerta.

-Buenos días -Sam saludó y frunció el ceño.

Andy se mantuvo con la cabeza agachada pretendiendo hablar con su padre. ¡Cobarde!

Pero Sam, haciendo su trabajo, se acercó a Andy antes de que desapareciera por las escaleras y lo tomó con delicadeza por el brazo.

-Andy, ¿qué sucede? -preguntó en voz baja preocupado mirando al policía junto a él-. ¿Te sucedió algo?

-Ah, él... -lo señaló y volteó para darle la espalda a su padre; era tan experto en lo que hacía que seguramente notaria sus mejillas enrojecidas-. No pasa nada, es mi padre -contestó.

-Buenos días, soy el comisario Dixton -su padre no permitió que lo dejaran afuera. Se acercó a ellos para meterse en la conversación. Extendió su mano para saludar al joven portero.

Sam tragó saliva. Estaba extremadamente nervioso, sus manos temblaban y su frente comenzó a sudar repentinamente. Miró al comisario a los ojos y se quedó tieso frente a él.

-Buenos días -logró pronunciar-. Mi nombre es Sam, soy el portero -extendió su mano y la estrechó con la del comisario.

-Está bien muchacho, sé que algunos se intimidan al ver esta placa, pero tranquilo, no soy el diablo -lanzó una sonrisa altanera ante la cual Sam agachó la mirada.

-Papá, basta -suplicó Andy rodando por milésima vez los ojos. Odiaba cuando su padre alardeaba de su posición.

No lo dejaría continuar hablando con el portero. Caminó hacia las escaleras para que su padre lo siguiera, pero otra vez una mano tomó la manga de su saco, deteniendolo.

-Andy, necesito que hablemos... -suplicó Sam con la mirada.

Andy le hecho una mirada a su padre quién se paraba junto a él con la típica pose de un policía en guardia.

-Estoy con guardaespaldas ahora... ¿Podemos hablar en la noche?

-Claró, cuando puedas -Sam sonrió de oreja a oreja, y Andy lo observó. Una ínfima sonrisa se escapó también de sus labios.

Se alejó mientras debatía con su padre sobre si debían usar las escaleras o el elevador. Pues el rechoncho policía se oponía a usar las escaleras porque decía que tenía problemas de rodilla.

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora