La confesión

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Era la una de la tarde del último día de sus mini vacaciones, y los cuatro ya habían preparado todo para volver a su ciudad. El mismo colectivo que los había llevado los esperaba frente al hotel con el motor encendido.

Andy se despidió de Sam, quién volvería en la moto, y le ofreció llevarle la valija en el autobús, así él no cargaría con tanto peso.

—Cuídate mucho por favor. No vayas muy rápido y enciende las luces aunque sea de día.

—Andy, es la quinta vez que me lo repites —sonrió y corrió con cuidado los mechones de pelo que caía sobre sus ojos.

Todos en la vereda los observaban despedirse. Incluso el chófer del colectivo y la dueña del hotel, quien había salido a darles las gracias a los cuatro por haber ido a su ciudad.

—Sí, lo siento. Sé que estarás bien.

—Sí. Te veo en el apartamento en dos horas —lo saludó con la mano mientras subía a la moto y se ponía el casco—. Y Andy... —lo miró por algunos segundos—. Te quiero —sonrió.

—¡También te quiero, ve con cuidado! —gritó cuando Sam encendió la moto.

Aunque sabía que no lo vería en el apartamento en dos horas, porque planeaba dirigirse rápidamente a la dirección que decía el último papel ni bien llegara a la ciudad, justo a las tres de la tarde.

Pero no le diría eso a Sam, porque sabía que le pediría que no fuera.

Subió al viejo autobús y la moto salió detrás de ellos, pero pronto la perdieron de vista; no podía ir a tanta velocidad.

—Estará bien —dijo Jason al verlo nervioso.

—Sí, lo sé —Andy suspiró y se acomodó en el asiento. Ésta vez Jason y Felicitas se sentaban delante de él. Se acercó a ellos y comentó— El otro día no nos dejaron dormír...

Rapidamente Felicitas volteó a mirar a su novio con furia.

—¡Te dije que se escuchaba todo! ¡Que vergüenza! —reprochó a Jason, le dió un golpecito en el hombro y los tres rieron a carcajadas.

Las dos horas de viaje pasaron rápidamente. Eran las 14:52 cuando el autobús estaba entrando a la ciudad. Andy golpeaba frenéticamente la ventana con sus uñas y miraba la hora en su celular; necesitaba llegar antes de las tres de la tarde, y estaba ansioso, desesperado. Le urgía saber qué había detrás de todo el drama de las notas, y sabía que la única forma de que pudiera hacerlo era metiéndose a la boca del lobo; haciendo literalmente lo que ese maldito psicópata le pedía que hiciera.

El autobús se detuvo en la estación. Andy tomó rápidamente su valija y la de Sam. Bajó y se despidió de Jason y Felicitas, y secretamente los espió por un momento: ellos no se veían alterados, y mucho apurados. No podían ser ellos. A menos claro que tuvieran un plan del cuál él no estaba enterado y del cual había sido tan estúpido de no darse cuenta.

Se guió con el mapa para encontrar la dirección que decía el papel, y cuando llegó al gran edificio de oficinas, se paró allí, solo, a esperar.

¿A esperar qué?

No estaba muy seguro, pero quería que todo terminara de una vez por todas.

Tomó el papel de su bolsillo y lo leyó una vez más:

"Es hora de terminar con esto, Jungkook. Ve mañana a la calle Gales al 1,700 a las tres en punto, y haz lo que tienes que hacer. Y Andy, VE SOLO."

—¿Has lo que tienes que hacer? —susurró para si mismo y giró para mirar hacia todos lados—. ¿Qué demonios se supone que tengo que hacer? —frunció el ceño. Estaba confundido. ¿Y si era una trampa?

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora