Tarea de investigación.

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-Sam, eso no prueba nada.

-Bueno no, pero es raro, ¿no lo crees? 

-Ya no se que creer -apoyó el vaso sobre la mesada y suspiró-. ¿Por qué no me habías dicho antes sobre Felicitas merodeando el edificio?

-Porque no quería alimentar tu paranoia, Andy. Quizás tu no lo notes, pero cada día te ves más espantado.

Andy miró al piso. Era verdad. Era verdad que cada día su paranoia crecía un poco más. No solo eran las notas, sino que ahora ya no veía personas, veía sospechosos.

-De hecho, me alegro de que ellos finalmente hayan podido, ya sabes, decirle al mundo que son pareja —quiso cambiar de tema.

Sam lo miró con una ceja levantada.

-Si tú dices.

-¿A qué te refieres?

-Que lo que hicieron pareció un manotazo de ahogado, ¿comprendes? Un plan de último momento.

Andy río de lado negando con la cabeza.

-Y tú dices que estoy paranoico... —pasó a su lado para entrar al baño.

Allí dentro se miró fijamente al espejo intentando descifrar algo. Como si en él mismo pudiera encontrar la respuesta a lo que lo atormentaba. Debe ser alguien que me conoce muy bien... suspiró cansado poniendo pasta dental en su cepillo. Quien sea que lo estuviera acosando estaba logrando sin dudas su cometido. Ya hasta dudaba de su propia sombra.

Se preparó para dormir y olvidar, por al menos ocho horas, el tormento en el que vivía.

A la mañana siguiente bajó al lobby para ver a Sam a las doce del medio día; planeaba salir a comprar algo para almorzar cuando su turno terminara a la una de la tarde.

Al bajar el último escalón lo vió sentado en el banco de metal, observando el suelo. Parecía aburrido, como si los problemas alli escacearan y no supiera en qué perder el tiempo de trabajo.

Interrumpió sus pensamientos posando su mano sobre su hombro.

—¡Carajo, Andy! —Sam llevó la mano a su pecho y gritó como si hubiera visto un fantasma—. Justo estaba pensando en ti.

—¿Con esa cara? —bromeó—. No quiero saber qué estabas pensando...

—No, es que... pensaba en que tú... —chasqueó la lengua pensativo y volvió a agachar la cabeza.

—¿Yo qué?

—Que quizás deberías volver a Seattle —largó.  

—¿Qué? ¿Por qué? —Andy frunció el ceño ofendido.

—Por que allí estarías realmente seguro. Tienes a tu familia, a tu padre, y quizás esto de las notas terminaría de una vez. No me gusta verte sufrir así.

—No estoy sufriendo —alegó.

—Anoche hablabas dormido, gritabas cosas, sudabas. ¿Te parece que no estás pasándola mal aquí?

—Ni lo sueñes —cruzó los brazos sobre el pecho—, me fui de Seattle una razón y no pienso volver. Además, ¿qué pasaría contigo? ¿con... nosotros?

—Está bien, entiendo, era solo una idea —sacudió la cabeza y estiró los labios en una sonrisa. Como queriendo minimizar lo que habia dicho. Levantó la cabeza y observó a Andy de arriba a abajo—. ¿Ibas a alguna parte?

—Iba a comprar algo para almorzar cuando tu turno termine —contestó desganado; su planteo no había sido lo más grato de escuchar.

—¡Oh si, muero de hambre! —llevó la mano a su estómago y sonrió.

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora