Completos extraños

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La tenue luz del amanecer ingresaba al apartamento a través de las cortinas blancas transparentes de la puerta ventana. Andy despertó exaltado al escuchar algunos ruidos en su apartamento. Volteó rápidamente para mirar, y aunque fué algo dificil focalizar, vio a Sam a punto de salir por la puerta.

-¿Qué haces? -logró pronunciar con la voz ronca y la visión borrosa.

-Me voy a trabajar, mi turno comienza en dos minutos. Duerme -susurró él cerrando la puerta con cuidado.

-Está bien, adiós -Andy volvió a recostarse, pero aunque hizo su mayor esfuerzo no logró conciliar el sueño.

Se levantó y miró su cama, luego el sofá. Su caja de dulces estaba junto a él, pero la de Sam no estaba, se la había llevado. Además había doblado la manta en un cuadrado perfecto y la había dejado sobre el sofá.

Andy lavó su cara y sus dientes, decidido a salir para conocer la ciudad. Revolvió su ropa que aún se encontraba algo desorganizada por la mudanza, y aunque no encontró los Jeans que buscaba, se conformó con ponerse unos pantalones negros engomados, a juego con una camiseta blanca, y un saco gris que llegaba hasta sus rodillas; esa no era la mejor combinación de la historia, ni una con la que hubiera salido a la calle en Seattle, pero sospechaba de que allí a nadie le interesaría qué ropa llevaba puesta.

Salió del apartamento y cerró la puerta con llave. Siempre lo hacía. A pesar de que el edificio tuviera seguridad. Era algo que había aprendido de las tantas veces que su madre le había repetido la misma frase: "Si dejas la puerta abierta no puedes quejarte si te roban." Y no concordaba al cien por ciento con ella, pero estaba de acuerdo con que, dejando abierto, le facilitaba las cosas a cualquier amigo de lo ajeno.

Mientras pasaba por el piso dos para tomar las escaleras hacia la planta baja no dejaba de pensar en lo raro que se sentía por saber que vería al portero cuando llegara a la recepción, por que él había pasado la noche en su apartamento, y eso era algo incómodo si la otra persona era un completo extraño.

Pero yo tambien soy un completo extraño para él... Espero no haber hablado dormido. Sacudió la cabeza para eliminar esos pensamientos mientras bajaba las escaleras a paso más lento del normal.

Finalmente llegó a la planta baja y se acomodó un poco el saco. A lo lejos vió al portero hablando con alguien. Era una señora mayor. La señora reía, aparentemente con las cosas que él le decía. Andy aprovechó la situación para pasar de largo y aproximarse a la puerta.

-¡Adiós señora, que se recupere su marido! -escuchó detrás suyo, y se apuró para salír antes de que él lo intercepte, pero él fue más rápido y corrió para abrirle la puerta.

-¡Buenos días, Andy!

-Buenos días, Sam -contestó Andy apresurando su paso. ¿Por qué quería huir del portero? Si él estaba siendo muy amable, pero algo en él lo ponía nervioso.

-Escucha, quiero decirte muchas gracias por dejarme pasar la noche en tu sofá.

-¡Shhh! -Andy llevó el dedo índice frente a sus labios para que se callara-. No queremos que todo el edificio se entere de eso -susurró mirando hacia todos lados.

-Lo siento -se acercó más a su rostro y comenzó a susurrar-: hace mucho que no dormía tan bien, ¡mi espalda se siente de maravilla! -sus ojos café brillaron y sonrió de oreja a oreja mostrando su linda sonrisa de revista.

-¡Me alegro! Ahora debo irme -contestó seco y salió por la puerta.

-¡Espera! -Sam lo detuvo tomandolo por la manga del saco para evitar que saliera por la puerta, y Andy llevó su vista a sus grandes manos, las cuales lo tomaban con fuerza-. Lo siento -se disculpó él y quitó inmediatamente las manos de su ropa-. Quiero pagarte por dejarme dormir en tu sofá.

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora