Espionaje.

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El apartamento estaba helado cuando Andy despertó. Abrió los ojos y se encontró enredado entre las sábanas de su cama. Se refregó los ojos y volteó para ver a su lado. Frunció el ceño; esperaba ver a Sam, pero solo vió su almohada y las sábanas blancas desparramadas.

Se estiró para tomar el celular de la mesa de noche y miró la hora: 11:29 AM.

—¡Carajo, cómo pude dormir tanto! —se quejó y al apretar los ojos sintió una leve presión detrás de los ojos, que seguramente se debía a dormír tanto.

Vió que tenía un nuevo mensaje de texto y lo abrió:

Papá, 09:15 AM.
Buenos días hijo, estoy por tomar un vuelo de vuelta a Seattle. Es temprano y no quise entrometerme entre tú y ese chico. Así que preferí no despedirme, así me visitarás tú otro día. Te quiero, cuídate mucho, ¿me oíste?

Andy bloqueó el celular y decidió que luego le contestaría algo, cuando despejara su mente dormida y asimilara que Charlie lo había escuchado hacer "cosas" con Sam.

A veces odiaba la forma en que él pretendía saber todo acerca suyo, desde el detalle más insignificante hasta el acontecimiento más importante. Era casi obsesivo, pero podía entender que se debía a su profesión, y a las muchas malas experiencias que había visto a lo largo de su carrera acerca de otros adolescentes y acerca de los hijos de alguien más.

Se levantó de la cama y se dió una ducha rápida. Luego encendió la pava eléctrica para prepararse un té caliente; su estómago rugía hambriento. Miró la hora: 12:55.

Se abrigó con su largo saco gris, se puso su calzado y salió. Bajó las escaleras al trote, ansioso por ver a Sam y por seguir buscando información sobre quién iría a la preciosa cárcel cuando encontrara quién lo molestaba. Si decidía contarle a su padre acerca de las notas, él no dejaría en paz a quién quiera que fuera ese idiota.

Bajó sonriente hasta la planta baja y a lo lejos vió a Sam hablando con un chico. Se acercó más: el chico era alto, castaño, tenía facciones de modelo y una sonrisa encantadora.

—Hola —interrumpió la conversación quedándose cerca de Sam. Según escuchó estaban teniendo una conversación sobre los horarios de apertura y cierre del edificio.

Sam se giró para ver a Andy y se sonrieron. Andy presenció parte de la conversación que ellos tenían hasta que prestó más atención al chico. Lo miró detenidamente con el ceño fruncido. Sin creer lo que veía.

—¿Woo? —preguntó cortando la frase que decía Sam.

El chico por primera vez le prestó atención y enseguida juntó las cejas.

—¡¿Andy?! —abrió los ojos con sorpresa al reconocerlo. Sonrió de oreja a oreja y abrió los brazos emocionado. Andy se acercó y lo abrazó.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —preguntó confundido.

—Bueno, quise cambiar de aire... —observó hacia afuera por el ventanal que daba a la calle—. Seattle me estaba ahogando —explicó.

—Si, se a que te refieres —sonrió. 

Sam aclaró su garganta interrumpiendo la conversación.

—Oh sí, disculpa —Andy se acordó de la presencia de Sam y los presentó—, él es un amigo de Seattle —presentó a Woo ante Sam, quien observaba al chico insistentemente de arriba a abajo—. Y Woo, él es Sam... el... portero —le sonrió incómodo. Sin saber con que nombre exactamente presentarlo. Sam achicó los ojos.

—Andy, lo sé... —explicó Sam. Se cruzó de brazos y rodó los ojos—. Él es el nuevo portero, cubrirá las horas que yo dejé libres por la tarde, estaba enseñándole todo lo que debe hacer.

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora