Andy caminó cansado a su cama. Se recostó, apagó la luz y comenzó a observar el techo fijamente. Era la primera vez que dormía en su propia casa y alejado de sus padres. Se sentía algo solo, pero había logrado su cometido: independizarse.
Unas sutiles luces verdes ingresaban por la puerta ventana y dibujaban un patrón que daba vueltas en el techo. Eso llamó su atención. Se incorporó sobre la cama y corrió la fina cortina blanca para ver de dónde provenían. Enseguida notó que las luces salían de la pequeña pero muy bien decorada tienda de dulces justo frente a su apartamento. Su estomago rugió fuerte rogándole por uno de esos dulces largos y enroscados color café que se deshacen en la boca, con un sabor amargo pero sin dudas delicioso para él. No pudo negarse a la petición de su estómago, así que saltó de la cama, tomó un abrigo, y salió del apartamento.
Bajó dos pisos con rapidez; las escaleras estaban oscuras, frias y solitarias. Llegó al primer piso y caminó hacia la puerta de entrada escuchando sus propios pasos retumbar por el silencio, siendo guiado únicamente por las luces de la calle a través de la puerta vidriada de entrada. Apretó el botón para que se abriera y tiró de ella, pero se detuvo cuando de repente sintió algo moverse detrás de él. Entró en pánico y tomó su celular para alumbrar hacia todos lados.
-¡Quién anda ahí! -gritó, y su voz se multiplicó en un eco que se esparció por toda la planta baja. Esperó algunos segundos, pero nadie contestó.
Juraba haber escuchado algo moverse cerca de él. Palpó las paredes hasta encontrar el interruptor de la luz, y cuando finalmente lo hizo, encendió todas de una sola vez.
Su ceño se frunció automáticamente al ver lo que menos esperaba: el portero dormía sobre un banco de metal cerca de la puerta de entrada y giraba sobre su cuerpo al estar muy incómodo.
¿Cómo es que ni siquiera despertó con mi grito?, pensó acercandose a él. El joven portero llevaba puesto su traje gris de trabajo, y sus manos se encontraban calentándose entre sus piernas mientras dormía como un bebé sobre el duro y frío banco.
Andy lo observó y decidió que despertarlo sería la mejor opción; quizás se había quedado dormido en su turno de trabajo.
-Disculpa... -dijo intentando hacerlo salir del sueño-. ¿Hola?
Al ver que no reaccionaba decidió moverlo un poco con su mano. Él comenzó a moverse un poco, balbuceando algunas palabras incoherentes:
-Solo dos minutos más papá... si... las rejas varían el tono... hmm... -daba vueltas sobre si mismo en el banco.
-Disculpe... -insistió Andy, y entonces el portero entre abrió apenas sus ojos color café, los cuales dolían por tanta luz.
-Ay dios mio... -susurró sentándose en el banco. Se razcó la despeinada cabellera-. Lo siento, me quedé dormido.
-¿Estabas en tu horario de trabajo? -preguntó curioso.
-No, es solo que a veces yo... -hizo una pausa y miró al suelo pensativo-, duermo aquí porque mi apartamento queda demasiado lejos, no tiene caso que vaya hasta allí en la noche cuando mi horario termina y luego vuelva aquí en la mañana.
Andy asintió comprensivo. Le dió lástima la situación del pobre portero quién trabajaba día y noche, y ni siquiera podía descansar bien.
-Escucha... -dijo-. Iba a cruzar a Candy Cane por unos dulces, ya sabes, mi estómago me lo pide -río, y el portero sonrió también-. Y luego si quieres, tengo un sofá para prestarte solo por esta noche.
-Oh no, no tienes que hacer eso -sacudió su mano en negación-. Estaré bien aquí en el... frio y... muy, muy, muy duro banco -observó desganado el banco en el que se sentaba, y luego sonrió falsamente.
-No dejaré que pases la noche ahí -extendió su mano para que él la tome y así ayudarlo a levantarse-. Por cierto, me llamo Andy Dixton.
-Lo sé -sonrió él-. Mi nombre es Sam, Sam Fagerstrom.
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Through The Lock © [Completa]
Mystery / ThrillerUn joven amable llamado Andy se muda a un pueblo remoto en busca de libertad. Pero este nuevo lugar, que aparenta ser acogedor y de gente agradable, repentinamente se torna un laberinto sin salida cuando comienza a recibir notas extrañas de un anóni...