Spaghetti con salsa y una pizca de mentiras

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Andy limpió su departamento: la cocina, el baño, el piso. Movió el sofá para barrer y el la última nota rota salió volando cuando pasó la escoba. La tomó en su mano y suspiró pesado.

Sentía miedo, no iba a mentir. ¿Qué loco le enviaría todas esas notas sin sentido a un completo extraño?, ¿quién gastaría su tiempo en molestarlo sin ningún motivo? Sospechaba de algunas personas, pero no tenía realmente ninguna prueba en contra de nadie, y no podía ir por la vida acusando a la gente así sin más.

Todas eran preguntas sin respuesta. Y comenzaba a ponerse paranoico, porque eso ya no pintaba como un juego de niños, parecía ser algo mucho más profundo que eso. Aún así, hizo oídos sordos y continuó ordenando el apartamento pretendiendo que ese sentimiento de estar siento vigilado no existía en su pecho.

Revovlió los estantes de su nueva cocina y encontró un paquete de espagueti que cocinó con salsa, suponiendo que, como siempre, Sam no iría a su casa luego de trabajar; seguramente por eso es que estaba tan flaco, por no comer apropiadamente.

Una vez la cena estuvo lista, se apoyó contra la mesada y esperó observando el vapor salir de la hoya. Miró la hora en su celular. Sam debía estar por llegar.

Tomó un vaso y se sirvió agua del grifo, bebió algunos tragos intentado atar cabos en su mente, algo que le diera alguna pista más certera sobre quién le enviaba esas tontas notas, pero lo apoyó en la mesada cuando escuchó pasos afuera, en el corredor. Miró hacia la puerta y esperó. Sintió tres suaves toques en la madera y se aproximó para observar por la mirilla: en una vista de ojo de pez, Sam acomodaba su cabello con sus dedos y checaba su aliento. Andy río en silencio y abrió la puerta.

-Pasa -sonrió caminando a la cocina.

-Gracias -ingresó y cerró la puerta con la llave que estaba puesta en la cerradura-. Que rico olor -dijo acercándose a la cocina detrás de Andy y masajeando su estómago con la mano.

-Es Spaghetti con salsa -tomó dos platos y sirvió un poco de comida en cada uno-. No son como los de Giussepe, pero es comida -bromeó.

-Apuesto que son mejores que los de Giussepe.

Comieron en la mesada de la cocina ya que Andy aun debía comprar una mesa de comedor y algunas sillas. Aunque no sabía bien donde cabría todo eso, ya que apenas quedaba un estrecho espacio para pasar entre la cocina, el sofá y la cama.

Al terminar de comer, Sam se ofreció a lavar los platos mientras Andy se preparaba para dormir.

-Oye -Andy salió del baño y dejó la luz encendida-. Tienes tu cepillo de dientes aquí.

-Si, gracias -Sam terminó de lavar y secó sus manos con un trapo para entrar al baño.

Andy lo esperó en la habitación oscura. Solo podían notarse los pequeños rayos de luz que ingresaban por la puerta ventana del balcón y rebotavan en el techo del apartamento.

Sam salió del baño y caminó derecho hacia el pequeño sofá, intentando evitar desviar su mirada hacia la cama de Andy.

-¿Qué haces? -pronunció Andy haciendo que Sam se frenara en seco en la oscuridad.

-Voy al sofá... -contestó sin mirar hacia la cama.

-Ah, pensé que dormirías conmigo. Lo siento.

Sam giró su rostro hacia él y Andy pudo ver una sonrisa en la silueta de su rostro. Casi como si él estuviera esperando a que se lo pidiera.

Sam caminó a la cama y se recostó con cuidado junto a él, en esa habitación oscura y absolutamente silenciosa.

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora