Mentiras piadosas

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Andy ingresó a su apartamento y detrás de él ingresó su padre.

-Es pequeño -comentó Charlie-, pero es agradable -concluyó, inspeccionando el apartamento de arriba a abajo, con los dedos pulgares enganchados en su cinturón de policía.

-Fué lo que me alcanzó con el dinero que me diste -se quitó el abrigo y lo lanzó sobre el sillón. Algo salió volando del saco cuando lo lanzó, y su padre rápidamente se agachó a recogerlo.

-Hijo se te cayó esto del bolsillo -tomó el pequeño papel doblado en cuatro partes y comenzó a abrirlo.

Andy recordó haber guardado en su saco el papel que Sam había encontrado en su buzón ese mismo día.

-¡Papá no! -gritó desesperado y corrió hacia él para quitárselo de las manos antes de que lo leyera. Ni siquiera él se había tomado el tiempo de leerlo, podría decir cualquier tipo de idiotez que despertara las alertas en su padre. Y no tenía ganas de contarle todo, ya que él lo tomaría del brazo y lo devolvería a Seattle en un abrir y cerrar de ojos.

-¿Qué sucede? -preguntó Charles sorprendido por la reacción de su hijo-. ¿Acaso es una carta de tu pareja? -sonrió con una mezcla de burla y picardía.

-Em... ¡Si! Eso mismo -le sonrió falsamente y tomó el papel de sus manos para ponerlo en el bolsillo trasero de su pantalón-. Es privado.

-Con que ya tienes pareja... -se sentó en el sofá estirando los brazos sobre el respaldo.

Andy se razcó la nuca nervioso. ¿Para qué había inventado esa ridiculez?, ¿ahora qué le decía para que dejara de mirarlo con esa cara de que quería saber hasta el último detalle?

-Déjame adivinar... -agregó Charles.

-¿Qué? ¿Adivinar qué? -Andy tragó saliva sentándose a los pies de su cama junto al sofá. En los años de policía de su padre, lo había visto acertar en un 90% en los interrogatorios de delincuentes, sabiendo con facilidad cuando estos mentian o decian la verdad.

Era simple: no podías mentirle a Charles Dixton.

-¿Se trata de Jason? -inquirio.

Andy rió. Le había errado con la misma precisión con la que siempre acertaba.

-No, no es Jason. No es nadie. Hablemos de otra cosa. ¿Quieres café?

-¿Qué es esto? -Charles se removió incómodo y tomó un pequeño papel que se encontraba sobre el sofá, justo debajo de sus nalgas- "Gracias por dejarme pasar la noche aquí. Firma, Sam." -leyó en voz alta.

-¡¿De dónde salió eso?! -Andy abrió los ojos bien grandes y tragó saliva asustado.

-Estaba sobre el sillón. Explícame que sucede -dijo serio pero manteniendo la calma.

-Bueno... -suspiró resignado. Sabía que no tenía por qué darle explicaciones, pero siendo que realmente no sucedía nada prefirió contarle-. Él durmió aquí algunas veces porque su casa queda muy lejos.

-Andy... -su padre lo miró fijamente-Recuerda que te he visto mentir antes pequeño, y se cuando lo haces -lo señaló con el dedo índice.

-¡Te digo la verdad!

-Quizás... -se levantó del sofá y caminó hacia la cama para sentarse junto a su hijo-. Pero hay algo que no me estás diciendo, ¿cierto?

Andy suspiró pesado. Odiaba que su padre se diera cuenta de todo, pero más odiaba no poder decirle que alguien le enviaba notas amenazadoras.

-¿En qué piensas? -Charlie lo observó mientras su hijo perdía la mirada en una de las baldosas blancas de la cocina.

-Nada -sonrió lo más natural que pudo; debía ser creíble para su padre, así no le preguntaría nada más al respecto.

Through The Lock © [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora