26: Juguetes dejados

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Juguetes dejados

A veces todavía me asusta despertar y que todo haya sido un sueño, me da miedo que Esteban no esté a mi lado porque en serio amo a ese chamaco, que cabe destacar ya no es un chamaco porque es todo un hombre.

Le dije que sí obviamente. Que haya tenido presente todo lo que dije de cómo me gustaría que me pudieran matrimonio hace tanto tiempo atrás, no lo olvidó, solo ese detalle me enamoró más de lo que ya estaba.

Mentiría si dijera que no me aterra unirme a él en matrimonio, a veces siento que todo es muy lindo y que en cualquier momento voy a despertar de este hermoso sueño en el que mi amor es correspondido. Pero solo me pasa cuando no estoy cerca de Esteban, sonrío frente al espejo al recordar todo lo que hemos pasado, y seguimos juntos.

—No estoy listo para esto —escucho a Lucas decir recostado en el umbral de la puerta. Me giro en la silla y le muestro una pequeña sonrisa. Me mira por unos segundos y luego niega frenéticamente con la cabeza. —No estoy listo.

—Oh vamos Lucas, solo vas a entregarme a mi futuro esposo. —me pongo de pie y camino hacia él —No es la gran cosa.

—¿Cómo que no es la gran cosa hija mía? Para mí, y para cada padre en realidad, sus hijas siempre serán unas niñas.

—Lógicamente Sara solo tiene catorce años, no la puedes dejar tener pareja, en eso sí te apoyo. Pero yo ya tengo veintitrés años, y estoy a punto de casarme, al tiempo serás abuelo.

—Ya me siento anciano —dice sin contener la sonrisa, y agacha su rostro.

—Gracias por estar aquí papá, en serio. —él levanta de golpe la cabeza y en su rostro se ensancha una sonrisa lentamente. Y sé la razón, aunque nuestra relación ha mejorado bastante desde que me habló de Esteban hace años, nunca le había dicho 'papá', solo lo llamaba por su nombre.

—Gracias a ti por permitirme este honor hija. —me apretó en un cálido abrazo que tardó unos largos segundos, y me doy cuenta de que el amor de padre también hace falta en la vida de los hijos.

—Oigan, lamento interrumpirlos pero su esposa lo busca Lucas.

—Gracias Madison, ahora vuelvo hija.

Yo asentí separándome de él, me quedé ahí de pie y Madi se quedó mirándome.

—Quiero golpearte —dice pasando a mi lado y sentándose en una silla al lado de la silla en la que yo estaba sentada, camino para sentarme nuevamente.

—¿Y eso por qué? —suelto sin sorpresa en mi voz porque conozco lo loca que puede llegar a ser mi mejor amiga, que cabe destacar, ahora es la esposa de mi primo.

—No sé cómo expresar mi felicidad en estos momentos. Estoy feliz por ti Alex, por fin encontraste a alguien igual o más loco que tú con el que sé serás feliz, ambos serán felices, de todas formas ya lo eran durante su noviazgo, eran locos, pero felices. —mira hacia arriba y abanica sus ojos con su mano derecha para no llorar. —Soy como una madre orgullosa en estos momentos, y lo que haría Sebastián un padre orgulloso, claramente.

—Por supuesto —dice mi primo entrando y abrazando a Madi por la espalda —Somos unos padres orgullosos.

—Chicos ya, no quiero llorar el día de mi boda.

Yo no soy un juguete I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora