25: Un abrazo que te atrapa

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Un abrazo que te atrapa

Seis días, solo seis días pasaron después del cumpleaños de Brandy. Las clases en la escuela, y también en la academia de baile han sido aburridas. Abby y Lucía no me han molestado, han superado su propio récord.

Una vez una persona me dijo: "No te enamores sola, terminarás sufriendo".

Pero pensé que no me había enamorado sola, pensé que él también estaba enamorado de mí, y ese fue el error. Fui una estúpida al pensar que él se enamoraría de mí, además, la forma en la que me hablaba, en la que me besaba, como me trataba. Pero me di cuenta de que trataba así a todas. Sé muy bien que se siente querer a alguien y no ser correspondido, querer estar con alguien y no poder. Tengo mal de amores.

Estoy molesta conmigo por haberme enamorado de él, pero ahora tengo miedo de volver a equivocarme en el amor, tengo miedo a que jueguen conmigo otra vez.

—Alex —me dice Madi sentándose a mi lado en la hierba —¿qué haces aquí? Nunca te habías sentado aquí en ningún receso.

—Aquí hace más brisa, además, la hierba es más cómoda que las gradas, y aquí hay más silencio.

—Perfecto querida —se acostó y recostó su cabeza en mis piernas —yo te acompaño.

—Gracias Madi, eres loca y todo, pero no sé que haría sin ti —le digo mirándola.

—Me alegra saber eso tonta, pero ten por seguro se que no soy la única loca aquí, y que no pienso alejarme de ti.— me dice con una media sonrisa.

—Con que seas más loca que yo soy felíz querida. —le digo con una  sonrisa mientras acaricio su cabello.

Escuchamos el timbre sonar, indicando que ya era momento de seguir con las clases. Nos paramos de la hierba y Madi se quedó mirándome.

—¿Qué? —hablo a ver que ella no me quita la mirada de encima.

—¿Cómo haces para evitar a Diego si están en la misma aula?

¿En serio?

—No lo evito, no pienso demostrarle qué tanto me dolió. Actúo normal frente a él.

—¿Cómo puedes? —habla cuando ya estamos caminando.

—Tengo a Sebastián, él me ayuda en eso.

—Ay, tengo un novio genial. —me dice de una forma risueña.

—Sí, sí. Lo sé, nos vemos más y tarde. —ella asintió y nos separamos.

Llegué al aula y aún la maestra no había llegado, lo cual es genial, ya que no me gusta llegar después del profesor, para nada.

Me senté y miré a mi derecha.

—Tengo hambre. —dice con su cara recostada en su mesa.

—Siempre tienes hambre Sebastián.

—No siempre. —dice acomodándose en su asiento —Solo la mayor parte del tiempo, pero no siempre.
—Claro, como tú digas.

Sebastián solo sonríe y deja de mirarme. Luego vimos a Diego entrar y sentarse casi al fondo de la clase, me alegra no tener que pasar palabras con él en estos momentos.

(...)

—Cuando las clases terminaron, le dije a Madi que quería salir con ella, ¿qué te parece esta camisa? —dice Sebastián entrando sin avisar a mi habitación e interrumpiendo la lectura de mi libro.

—¿A dónde piensas llevarla? —digo dejando el libro en mis piernas.

—Pues, no estoy seguro.

Yo no soy un juguete I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora