Capítulo 8- M a t í a s

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M a t í a s

Londres/ Febrero

Los colores son gratos, las pinceladas, pese a todo, fueron precisas, simplemente está bien. Un cliente pidió que pintara a su hija, una niña con vestido rojo tomando un gato en brazos, los colores todos son chirriantes y nada discretos. Hace tiempo que no pinto algo que realmente deseo, años tal vez. Cuándo la cuenta bancaria empieza a crecer gracias a tu trabajo olvidas el gusto de hacerlo, olvidas disfrutar de algo que siempre añoraste. Un contrato limitó mis ganas de pintar lo que deseara, acabo con mis ganas de ilustrar cualquier cosa que antes me llamaba la atención.

—Está muy lindo —opina Samantha sentada sobre mi escritorio.

—Siempre dices eso —empiezo a limpiar los pinceles e ignoro el temblor que últimamente tienen mis manos.

—Es que siempre te quedan perfectas —Samantha fija la mirada en los pinceles que estoy lavando—. ¿Realmente te afecta tanto dejar el tabaco? Solo llevas dos semanas midiendo tu consumo, dudo que puedas dejarlo completamente.

—Si quisiera dejarlo, lo dejaría.

—Si, Matías, y yo soy heterosexual —ironizó—. Los dos sabemos que no. Fumas desde que sabes cómo usar un encendedor.

—Sé usar un encendedor desde los siete, payasa —los dos reímos—. Estoy tratando de darle el gusto a Logan.

—Ese es tu problema. No lo hagas por él, hazlo por tí —sé pone de pie viniendo.

—No me vengas con sermones de autoestima, esos dilos tú frente al espejo —termine de limpiar los pinceles, observé la pintura con cierto análisis.

—Tengo suficiente autoestima.

—Si, claro.

—¿Crees que no me quiero? —inquiere de pie junto mí.

—Porque me lo preguntas, interrogante a ti misma.

—Si me quiero, soy bonita e inteligente, claro que me quiero —murmuró más para sí misma—. Además, si tú tuvieras suficiente autoestima dejarías de fumar como chimenea, dejarías de fumar porque quieres, no porque Logan te trata como hijo irresponsable.

—Entonces no tengo autoestima, tengo ego, eso es suficiente —le digo quitando la mano que presiona un dedo juzgador sobre mi pecho.

—Eres tan insoportable y negativo.

—Tu también —le rodeo la cintura con un brazo.

—Seré insoportable, pero nunca negativa. Yo tomo la vida de la mejor manera, si no hace años que no te dirigiera la palabra.

—¿Por qué? —le sonreí descaradamente.

—Porque cada que quieres me rechazas, aún así, sigo siendo tu amiga, en las buenas y en las malas.

—No te voy a rechazar si no me pides nada que no quiero darte.

—Eres malo —hace un berrinche exagerado—. Pero si yo hubiera sido la loca de Leyla a mis pies te arrastrarás.

—Ni hablemos de ella —ella se ríe y la imité—. Te ves tan linda riendo pero por dentro eres peor que un comentarista de chismes.

—Me dijiste linda —finge sorpresa— se va a caer el cielo, joder, que sorpresa.

—Siempre te lo digo.

—Cuando quieres que me largue.

—Sam —la acercó más pegándole a mí costado—, eres de las chicas mas bonitas que he conocido, así que no te quejes de mis adulaciones.

—Adulaciones escasas.

—¿Quieres que te lo diga más seguido? —confirma con una sonrisa demasiado grande— eso será imposible, sabes que te lo digo cuando realmente me sale del corazón.

—¿Tienes corazón?

—Te daré clases de ironía.

—Deberías de darme clases de otra cosas —insinúa acercando su labios peligrosamente—. Pensándolo bien, mejor no quiero clases de nada.

Se aleja yendo por su bolso a la mesa donde hace un rato estaba sentada.

—¿Te vas?

—No, fui por mi bolso para sacar una pistola y dispararte —regresa hurgando irónicamente en su bolso—. Cuándo me dijiste linda prácticamente me echaste de tu casa.

—Cuando te dije linda fue porque lo quise decir, —aclaro— además pensé que te quedarías hasta más tarde.

—Si, yo también, pero me quiero ir.

—¿Por qué?

—Porque quiero tener sexo —me dió un rápido abrazo— y eso es algo que tú no me quieres dar.

—Sam, cuídate.

—¿Me lo estás diciendo porque crees que no conozco un preservativo?

—Te lo estoy diciendo para que no te metas en problemas y con gente idiota -me acercó tomándole un mechon de cabello.

—¿Ahora finges que eres mi hermano? Matías, creo que el dejar de fumar tanto te está quitando lo idiota —sonrió y me dió un leve golpe en la mano para que soltará su cabello.

—Tal vez. Por cierto, papá me preguntó por tí.

—Tan lindo, dales saludos cuando vuelvas a hablar con él, y también saluda a Carla. Me voy —me dio otro abrazo y esta vez la sostuve por más tiempo— ¿Estás bien?

—Si, vete.

—¿Me tienes que contar algo que no sepa? —me dió esa mirada típica de madre preocupada.

—No, ni se te ocurra interrogarme, suficiente tengo con Logan de mamá sustituta.

—¿Seguirás pintando el resto del día?

—No lo creo.

La acompañé hasta la puerta.

—¿Por qué querías que me quedara?

—Samantha, ¿tan mal amigo crees que soy? Solo quería que pasaras tiempo aquí, y ya está.

—Si, te creeré —sale de mi departamento aún analizando mi actitud, que hasta yo mismo desconozco—. Te llamo luego.

—Está bien —me despido dándole otro abrazo que no esperaba dar.

Samantha se va, y pienso qué carajos me pasa. Siento como si necesitara atención, Sergio me advirtió que la ansiedad podría ponerse peligrosa, nunca creí que tanto. Ignoro cualquier sentimiento de soledad y me tomo un ansiolítico con café, increíble combinación que me pone peor. Decido tumbarme en el sofá, Shadow se apresura a acomodarse en mis piernas, el gato siente y comprende más mi ansiedad. Fumo un cigarrillo tratando de calmar la impaciencia causada por la cafeína. En cuanto apago el cuarto cigarro del día me quedo dormido.

Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora