Capítulo 27- S a r a

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S a r a

Massachusetts/ Marzo

Los miedo se construyen con el tiempo, con cada acción y cada palabra, una vez que se apodera de ti se aferra a tu mente y automáticamente salen a flote en cada recuerdo. Mi madre es la única persona, hasta ahora, que puede herirme con solo una palabra sin esforzarse demasiado.

—¿Por qué llegaste tan tarde?

—Llegue en cuanto pude mamá —le susurré.

Toda la familia ya estaba en el funeral. El ataúd estaba en el centro completamente cerrado, pues así lo había querido Merry.
Llegué a casa y me puse un vestido negro, ajustado, en tubo y con un poco de escote; también tacones negros lisos. Me arreglé el cabello como pude y corrí al cementerio.

Sasha está junto a Will, se ve muy cansada. Mi medio hermano está sentado en medio de Cris y Philippe, tienen un cochecito en la mano. Solo me senté con mamá porque era el único asiento libre. El padre recitaba los rezos y las personas lo imitaban, no sabía qué cara poner. Las lágrimas ya habían salido en su momento, y fingir tristeza no se me da muy bien.

El funeral llegó a su fin cuando el ataúd quedó cubierto de tierra y flores. Me acerqué a Will y Merry a darles mis condolencias, también abracé a Sasha que se desarmó en mis brazos dando grandes sollozos. Luego Sasha se fue junto a Will y Merry a su casa, tenía que descansar, pasaron días sin pegar la cabeza a la almohada.

—Tienes que hablarme de Londres —me dijo Cris al llegar a casa.

—Por Dios Cristina, se acaba de morir Juan y tú quieres saber datos estúpidos —mamá se metió en la cocina después de decir eso—, se más considerada.

—Solo quiere hablar, mamá.

Tome asiento en la barra, sentí el ambiente ajeno a mi, muchas de las cosas de la cocina habían cambiado de lugar, como si mi ausencia marcará más diferencia de la que tenía en mente.

—Me voy a mi habitación. Sara sube cuando puedas —exclamó con fastidio Cris, y desapareció escalera arriba.

—No tienes que ser tan dura con ella —dirigí mi atención a mamá.

—Ay nena, Cris está en plena adolescencia, necesita mano dura.

—Cris tiene dieciocho años, no es una niña —le recuerdo.

—Mientras viva de mi dinero tiene que acatar mis órdenes. Cuando se vaya de mi casa entonces podrá hacer sus comentarios tontos y comportarse como ella quiere.

—Yo ya vivo sola y aún quieres controlar mi vida.

—Cariño, claro que no. Solo trato de guiarte —puso una taza con un líquido humeante frente a mi, parecía café sin café.

—¿Qué es?

—Té de raíz, es para bajar de peso. Veo que ese vestido te hace un trasero bastante gordo. —Sería raro si no hubiera hecho ya un comentario así—. Deberías hacer más ejercicio.

—Lo hago. Este vestido es ajustado.

—Se te vería mejor si bajaras de peso.

—No, mamá, mi peso está bien y me siento bien así —no me tomé el té, solo me puse de pie—. Voy con Cris.

En la cima de las escaleras, antes de llegar a la primera habitación, hay un enorme espejo de cuerpo completo con un enorme marco dorado, cuando pase frente a él no pude evitar verme el trasero y recordarme que mi cuerpo está bien.

—Hola, mamá acaba de darme un té para bajar de peso —entré a la habitación de Cris, que es una especie de tienda, hay cosas en cada rincón.
Posters, estantes con libros, discos de vinilo; muchas cosas se aferran a la pared y otras en el piso.

Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora