S a r a
Italia/ Diciembre
—¿Entonces roja o naranja? —preguntó Marco.
—¿Tú qué dices?, Yo opino que naranja para que resalté más la modelo.
—Naranja será.
—Oye pero, hombre, ¿tú qué opinas? Dejas toda la decisión en mí.
—Me parece bien lo que decidas, nena —contestó y salió de mi oficina.
Marco es mi equipo de trabajo, nos asignaron juntos hace meses y siempre hace eso de dejarme el protagonismo ante las decisiones, es muy energético y despampanante, tiene un sentido de la moda tan exótico que es imposible no mirarlo.
Guardo las cosas en mi bolso y miro el reloj para percatarne de no ir antes o después de la hora de salida, aquí el jefe es mucho más exigente que Gen, hubo días en que hasta la extrañe.
Camino por el pasillo maldiciendo en mi mente las horribles zapatillas que me cargo, es que cada día las soporto menos. Juro que un día me animaré en llagar con converse a la oficina.
—Adios, Marco —asomo la cabeza por su oficina.
—Adios, nena. Oh, ¿Hoy en la noche que harás?
—Llorar mientras veo Grey's Anatomy.
—¿No quieres ir a bailar por ahí?
—Luego. Tengo que saber que pasa con Derek Shepherd, si muere o no —le digo a mi compañero antes de salir de la editorial.
—¿Desde cuándo estás tan obsesionada con esa serie?
—Desde que un amigo me la recomendó —entro a su oficina que es más colorida que una fiesta infantil, luego regreso a la puerta—. Pero bueno, me voy.
—Tu te lo pierdes.
Salí de la editorial deseando que el taxi que pedí ya esté en la puerta, y bendito el universo porque si lo está.
Diciembre en Italia es muy distinto a como una vez me lo imaginé, no hay tanta decoración como la gente acostumbra poner en América, solo la necesaria para percatarse de la fecha.
He creado una rutina bastante común pero suficiente. Cuando salgo de la editorial paso por una galería donde trabaja mi vecina, ahí paso casi toda la tarde leyendo o intentando no tirarme del balcón. Luego me voy a mi departamento que resultó ser mucho más cómodo que cualquier otro, me pongo ropa deportiva y salgo a correr. Regresó casi cuando ya es de noche, normalmente veo el atardecer en cualquier parque, y llegó a mi departamento cansada, esa es mi estrategia para poder dormir sin tener que despertar a media madrugada queriendo morir.
Sigo yendo a terapia, cada vez mis citas son menos recurrentes porque estoy mejorando, también ha ayudado que casi no hablo con mi madre, corté casi toda conversación con ella. Algunas veces tu propia familia te afecta y alejarse de ellos no está mal, nadie tiene la obligación o el deber de amar.
El mes pasado, en mi cumpleaños, fue la última y única ocasión que hablé con Matías. Me llamó a media madrugada y el primer pensamiento que cruzó mi mente fue negativo, me alerté pensando que algo malo había pasado y resultaba que era su felicitación.
—¿Te desperté?
—¿Estás bien? —pregunté asimilando que su nombre apareció en mi pantalla—. ¿Pasó algo?
—No —lo escuché reírse—. Feliz cumpleaños, cariño.
No dije nada durante más de una minuto, me levanté caminé por la habitación con el teléfono pegado al oído y tratando de evocar mi propia voz. Haber, que habían pasado casi tres meses sin escuchar su voz, casi me da un ataque.
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Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)
Teen Fiction-Pienso que el amor es de las ruletas más arriesgadas de la vida, y cayó en mi casilla haciendo que me enamorará de un Londinense castaño, ojos marrones y con labios jodidamente antojables -cerró los ojos y rocé sus labios temblando-, que además me...