Capítulo 74- S a r a

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S a r a

Londres/ Julio

Cuando el seguro del arma hizo click, la puerta se abrió con un sonido secó, ese instante en el que Leyla se distrajo, fueron segundos, Matías la derribó.

Leyla cayó con un golpe seco y yo salí de mi transe.

Dos policías entraron, entonces recordé porque Matías sostenía la mano detrás de su espalda todo el tiempo, él los llamó mientras Leyla gritaba todo eso.

Cuando ambos hombres entraron caminé hasta la habitación y rápidamente me puse mi ropa, pedí un taxi y salí de nuevo de la habitación.

Logan y Samantha estaban en la cocina con cara de haber visto un fantasma, no sé en qué momento llegaron y como se enteraron de todo esto. Matías estaba con el celular pegado en el oido haciendo una llamada y cuando me vio desvíe la mirada.

Un policía sostenía a Leyla con esposas en la espalda, la pistola yacía en el piso con el cargador al lado, el otro policía estaba en la puerta del departamento.

Me acerqué a Leyla y el policía que la sostenía se tensó. La chica lloraba sonriendo con la cabeza baja. Vaya loca.

Di un paso adelante y le dí una bofetada con la mano extendida. La mejilla de la chica quedó roja y el cabello le tapo el otro lado de la cara.

El policía me tomó por el antebrazo y aparte su mano. Lo único que me importaba era la sonrisa cínica que Leyla mostraba con orgullo, quería borrar esa expresión.

Di una rápida ojeada a Samantha quien miraba todo expectante, no sé si fue mi percepción pero ví que asintió levemente. No mire a Matías, no quería verlo porque estaba apunto de derrumbarme, y no quería hacerlo frente a nadie.

Dí otro paso frente a Leyla, la chica levantó la cabeza sorbiendo la nariz. Le acomodé un mechón de cabello tras la oreja como ella lo había hecho, se tenso, sin embargo no borró su estúpida sonrisa.

El policía de nuevo tomó mi antebrazo para que me alejará, forcejé hasta que me soltará. Cerré el puño y con la misma energía que me había soltado del agarre del policía le atesté un puñetazo a Leyla en la nariz.

—¡Mierda! —ese fue Logan gritando.

Leyla soltó un quejido y su nariz empezó a sangrar, cuando ella dejó de sonreír fue mi oportunidad para hacerlo. Sonreí con descaro abriendo mi mano dolorida, seguramente mis nudillos estaban rojos, pero no me importó el dolor. Disfruté ver la cara de sufrimiento de Leyla, sabía que le había roto la nariz, sé perfectamente dónde y cómo dar un golpe para hacerlo.

Sé que todos estaban mirándome, así que acomodé mi cabello y mi blusa sonriendo como desquiciada. Igual que ella. Pero yo no soy ella.

Me acerqué hasta que mi aliento le rozó la cara, olí su sangre y sentí su respiración agitada chocar contra la mía.

—Yo no soy como tú, querida —le murmuré en la cara—, puedo ser todo lo que quieras; drogadicta, borracha, puta, lo que quieras pensar, pero yo no soy una asesina y tan poca cosa como tú —di un paso atrás y volví a darle una última bofetada, esta vez el golpe resonó en su mejilla—. Pudrete en la cárcel, perra.

Mi mano ardió como nunca, sentí un hormigueo que me hizo saber que la mejilla de Leyla también lo sintió, pero aún peor.

Reacomode el bolso en mi hombro y caminé a la puerta sin ver a nadie en particular, con la cabeza alta y la vista fija.

—Ey, no se puede ir, tiene que testificar —exclamó el policía parado en la puerta del departamento.

Yo crucé la puerta y comencé a caminar por el pasillo.

Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora