S a r a
Londres/ Junio
Calor, sudor y una calma recorrió mi cuerpo, desde la punta de los dedos de los pies hasta mi cabeza haciendo que casi llorará de placer.
Cada embestida empujó hasta ese momento, cada beso regado por mi piel y estampado en mi cuerpo, cada sonido que se había enfrascado en mi habitación, absolutamente nada deje fuera. Hasta el último detalle llevé a mi memoria. Y aunque sé que con cada segundo se va borrando una parte, un fragmento de mi alma quiere que se quede todo.
Dejé que me viera sudada, temblando, respirando agitada y con mis manos aún aferradas a las suyas; ya no me importaba nada. Tal vez nunca se lo diga, porque es muy cosa mía, pero por dentro festejaba algo que años atrás deseé hacer y por miedo e inseguridad prefería no intentar. Tal vez nunca le confiese que estuve al borde de las lágrimas, puede que él se haya percatado. Tal vez jamás le diga que nunca había sentido tanto deseo por un hombre de esta manera, que todos con los que había estado me habían deseado, pero yo a ellos no del todo. Puede ser que cuando haya pasado tiempo yo le cuente que tuve miedo de estar tan expuesta ante él, y que por primera vez estuve dispuesta a que un hombre estuviera sobre mi. Tal vez le confiese mi agradecimiento por sacarme del desastre tan solo un tiempo.
—Matías tú... —fue lo último que dije antes de dejarme llevar por la corriente orgásmica que arrastró conmigo.
No sé en qué momento me quedé dormida, y desperté horas después, aún no es de mañana completamente. Giré tratando de saber en qué posición me encuentro. Matías está boca abajo con un brazo bajo la mejilla, respira profundo con la boca semiabierta y las largas pestañas le dan una apariencia mucho más joven.
Me recompongo viendo el tiradero de ropa alrededor, la habitación parece motel de segunda, vuelvo a dejarme caer en la almohada porque aún tengo sueño. Casi nos dormimos hasta la madrugada haciéndolo, no me importó en lo absoluto quedarme despierta por ese motivo. Aprovechamos para conocernos más allá de las palabras. Y cuando él estuvo con la boca entre mis piernas me olvidé incluso de mi nombre, quise morirme en ese instante y quedar con esa sensación para siempre. Vaya que es bueno con la boca este chico.
Hablamos también. Le hablé de cómo llegué a ser porrista, fue una estupidez que nos hizo reír hasta que el estómago nos dolió. Fui porrista para tener la oportunidad de coquetear con un jugador de fútbol que me gustaba, luego me enteré que era homosexual.
Voy al baño y me lavo los dientes y la cara. Tengo un pequeño rasguño en la cadera y otro en el muslo, me duele el cuello como si alguien me hubiera tratado de matar y el estómago me gruñe de hambre. Salí del baño luego de ponerme una pijama limpia, con ropa interior, volví a dejarme caer en la cama tratando de no hacer muchos movimientos.
La habitación está un poco fría, el clima en Londres hoy no es muy soleado, quiero que llegue el día en que no haya ninguna nube en el cielo y poder despertar con los rayos sobre mi cara.
Tan apacible como un maldito perezoso, pienso mientras lo veo.
—¿Cuánto tiempo llevas viéndome dormir? —murmuró Matías apretando los ojos y removiendo todo su esqueleto hasta quedar boca arriba.
—Madrugué para poder verte dormir.
—Seguro que sí, demente —me vió, sonrió y bostezó—. ¿Por qué estás despierta?
—Porque tengo un horario de trabajo. Además que me moría de hambre.
—Eso lo podemos resolver —dijo y rodeó mi cuerpo con un brazo. Lo paré antes de que me besara.
—Oh, no. Hazte para allá. Espacio personal, Matías.
—¿Espacio personal? —exclamó burlesco—. Eso no me decías anoche.
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Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)
Teen Fiction-Pienso que el amor es de las ruletas más arriesgadas de la vida, y cayó en mi casilla haciendo que me enamorará de un Londinense castaño, ojos marrones y con labios jodidamente antojables -cerró los ojos y rocé sus labios temblando-, que además me...