S a r a
Londres/ junio
—¿Entonces crees que podrás contárselo a él también? —preguntó Killer, mi terapeuta. Es la cuarta sesión que tengo con ella y hoy le conté lo que hace mucho no hablaba con nadie. Fue muy difícil y entre sollozos pude hacerlo.
—Si. Creo que necesito hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque es el indicado para escucharme. Quiero que lo sepa, que conozca esa parte de mí.
—Entonces hazlo Sara —Killer puso su mano en mi rodilla, comprensiva—, si estás preparada hazlo. Te servirá mucho hablarlo con alguien que no sea yo.
Y así salí del consultorio con la seguridad de poder hacerlo.
A la mierda todo.
Llegué a su departamento casi ya anocheciendo, todas mis citas con el terapeuta son en la tarde luego de mi trabajo, camine por el pasillo tratando de crear un hilo para poder decir las cosas.
En cuanto entré al departamento un olor a comida me llenó el olfato, sonreí cuando vi a Matías poniendo platos en la mesa con un delantal negro aferrado a su cintura.
—¿Estás creyéndote chef?
—Vi un tutorial y todo —contestó sonriente.
—¿Qué es?
—Lasaña.
Me acerque a ver el envase con la comida humeante, se ve realmente bien.
—¿Cómo te fue? —Matías durante estos días siempre me preguntaba eso, refiriéndose a la sesión terapéutica.
—Muy bien. De hecho necesito hablar contigo.
—¿Estás embarazada?
Riendo me senté observando la etiqueta de la botella de vino, últimamente tomo mucho vino es como mi batería, sirvo un poco en cada copa y bebo de la mía.
Matías se sentó y empezó con su charla rutinaria, es decir me habló de lo que hizo todo el día. Me agrada bastante que haga eso, es como un blog de YouTube narrado en vivo.
—Prueba —acercó el tenedor con un trozo pinchado de lasaña.
Le di un pulgar arriba cuando ciertamente quería escupir la comida en el plato. Esto es lo más salado que he probado en mi vida. Esperé que él lo probara para saber cómo reacciona. Matías hizo un cara que me hizo tragar grueso y beber de la copa.
—Que puto asco —exclamó bebiendo un gran trago de vino—. Esto es horrible.
—Que bueno que lo dijiste tú.
—¿Pedimos una pizza?
—Pedimos una pizza —afirmé aún con la boca amarga.
Minutos después estábamos ya saciados con la caja vacía en los pies, echados como dos cerdos en el sofá.
—Ven necesito enseñarte algo —dijo y se puso de pie.
—Yo necesito hablar contigo.
—Lo sé, pero yo primero.
Rodando los ojos me puse de pie y lo seguí hasta su estudio.
—¿Has pintado algo nuevo? —le pregunté.
—No. Pero hace mucho que pinte algo que creo debo mostrarte. Antes de dárselo a Roch.
Eso es extraño.
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Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)
Teen Fiction-Pienso que el amor es de las ruletas más arriesgadas de la vida, y cayó en mi casilla haciendo que me enamorará de un Londinense castaño, ojos marrones y con labios jodidamente antojables -cerró los ojos y rocé sus labios temblando-, que además me...