Capítulo 54- S a r a

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S a r a

Londres/ Junio

—No me siento nada orgullosa de esto Matías —murmuré.

—¿Puedo preguntar una cosa más?

—Pregunta lo que quieras.

—¿Fue una verdadera adicción la cocaína?

—No.

—Sara… ¿Cuántas drogas te has metido?

Esa pregunta me hizo mirarlo y sonreír tristemente. Matías me miró serio, pero sin un atisbo de juicio o molestia, y tomó mi mano.

—Muchas —suspiré—. Yo lo hacía sola sin meter a nadie. Susan lo sabía, trató de impedir que siguiera haciéndolo, nunca la escuché. Fue solo un año de declives y constantes colapsos.

Mi Susan, tantas cosas que ha soportado a mi lado. Esa chica sí que tiene paciencia. Cris también trató de intervenir, le mentía diciendo que ya no lo hacía, y por las noches me escabullía para comparar OxyContin.

—Cuando cumplí veinte años supe que se me estaba saliendo de las manos el control. Lo deje de hacer. Fue difícil, pero lo logré y de eso sí me siento orgullosa —concluí.

—Yo también me siento orgulloso de tí. Mucho.

Sonreí agradecida por su comprensión. Hablar de mi pasado es difícil porque nunca lo había hecho, y que este chico que conocí frente a una cafetería me escuché sin emitir juicios y suposiciones, me hace sentir con confianza para hablar más, de querer sacar más mierda de mi pecho.

—¿Por qué no has sacado tu licencia de conducir? —preguntó.

Me senté sobre sus piernas y lo abracé.

—No lo sé. Nunca la necesité, entonces no sentí la necesidad de sacarla.

—Recuerda que tu visa se vence en cuatro meses. —Solté a reír. ¿Por qué recordaba todo? Este chico está loco.

—Vale, lo recordaré.

Lo besé mientras le acariciaba el cabello. Me senté a horcajadas, debo admitir que me gusta esta posición, le besé el cuello y aspire su aroma; Matías siempre huele a dulces. Me apretó contra él subiendo las manos por entre mi camisa, sus dedos rozaron mi clavícula y me estremecí.

—Matías, me estás volviendo un poco demente —le murmuré en el cuello—. Y más pervertida.

—¿Más?

Me despegué y lo ví incrédula. Matías sonrió y me atrajo besándome como solo él lo hace, lento pero intenso. Nos estuvimos tocando y besando hasta que bajé la mano hasta el botón del pantalón, lo abrí y también bajé la cremallera.

—¿Qué haces, traviesa? —me tomó de la muñeca—. ¿Qué quieres?

—Probarte.

Volví a besarlo con más intensidad, lo acaricié por encima de la ropa interior; Matías mordió mi labio inferior y  ambos sonreímos.
Cuando decidí moverme y poner mis rodillas en el suelo, creo que ahí los dos nos olvidamos de todo.

—Sara…

—Shh —lo interrumpí con una mirada divertida. Le brillaron los ojos cuando supo mis intenciones.

Me olvidé del pudor, del tiempo, de todo, cuando lo tuve en mi boca. Matías exclamó una maldición y echó la cabeza hacia atrás deslizando una mano por mi cabeza. Apreté su rodilla cuando me jalo el cabello y luego hizo que mi boca alcanzará el punto máximo; jadeo y alzó más la cadera. Disfruté sentirlo así, y sentirme así, con tal solo bajar y subir la boca.

Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora