S a r a
Londres/ Junio.
Me bebí dos botellas. Me comí todas las galletas. Decore el pastel cuando estuvo listo, no quedó exactamente como me lo imaginaba, estando borracha no es fácil manejar la duya. Lo metí al refrigerador y ahí me quedé un buen momento viendo la luz del aparato.
No sé qué hora es, apague mi celular cuando termine de hablar con Cris, lo volví a encender y pedí un taxi.
—No hagas cosas malas Sara, ya trata de estar bien. Sé que lo intentas, inténtalo más. Sé que puedes —dijo Cris antes de colgar.
Mi hermana me escuchó hasta que se hartó de poner atención a balbuceos incoherentes.
No sé como llego a mi habitación, logré vestirme como esta mañana fui al departamento de Matías. Matías, Matías, Matías. Estoy tan borracha que me vale pensar demasiado en él.
Me veo en el espejo ya vestida, no pude amarrar las agujetas de los tenis, aunque sí logré acomodar mi cabello decente. No me maquillo, intente hacerme un delineado y este quedó horrible, terminé limpiando mi cara lo más posible, una espesa mancha quedó bajo mi ojo.
—Soy un puto mapache —exclamé frente al espejo. Me hizo gracia.
Salgo de mi departamento caminando en zigzag, me detengo a media escalera para lograr mantener el equilibrio; de pronto veo todo girar y estirarse. Lamenté no haber tomado el elevador.
Cuándo llegó abajo el taxi ya está en la calle, camino hasta el vislumbrando las luces que me causan un mareo. Me dejé caer en el sillón, ví al hombre con un enorme bigote observarme de pies a cabeza.
—Hola —mi voz salió apenas un murmullo y solté a reír—. Estoy borracha, lo siento.
El hombre suspiró y puso en marcha el coche. Supongo que me quedé dormida, pronto ya estábamos en el edificio de Matías. Matías. Matías.
—Adiós —balbuceé y abrí la puerta.
—Aun no me pagas. Págame.
Enfoque al hombre lo más posible, me mira con el entrecejo fruncido y la boca apretada. Busco alrededor mi bolso para pagar y salir de este maldito coche. Empiezo a reír cuando me doy cuenta que mi bolso, junto a mí celular, quedaron en mi departamento.
—No tengo dinero. Pero usted espere aquí y yo vengo a pagarle.
—Oh, no. Me pagas o no te vas.
—Bien —sorbí la nariz. Sin que el hombre se percatara saque un pie fuera del coche—. Le puedo pagar con otra cosa…
El viejo asqueroso recorrió mis piernas con la mirada lujuriosa. Quiero golpearlo.
—¿Eres una prostituta?
Solté a reír y le dije:
—No. Pero en la vida uno tiene que hacer sacrificios, y poner atención en todo —saqué un poco más mi pie—. Cuándo dije que le iba a pagar no me refería a mi cuerpo.Otra vez me dió esa mirada asquerosa. La conozco bien.
—Yo le pagaré —seguí— con un fantástico e inesperado… Esperé, antes le daré un consejo —cerré los ojos un momento y traté de enfocar mi conciencia en el aquí y ahora—. Nunca deje de prestar atención a las palabras. Y tome mucha agua. Yo le pagaré. Le pagaré justo ahora con un eructo —eructo y salgo corriendo del taxi.
El hombre me gritó algo que no escuché bien. Me tambalee, aún así seguí corriendo hasta entrar al edificio. El guardia no se enteró, estaba dormido en una silla, vaya guardia.
Sabía que el hombre bigotón del taxi no entraría al edificio, pero no quería arriesgar nada y seguí corriendo por el pasillo.
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Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)
Teen Fiction-Pienso que el amor es de las ruletas más arriesgadas de la vida, y cayó en mi casilla haciendo que me enamorará de un Londinense castaño, ojos marrones y con labios jodidamente antojables -cerró los ojos y rocé sus labios temblando-, que además me...