Capítulo 11- S a r a

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Sara

Londres/ Febrero


—¿Desde cuándo? —vuelve a preguntar mi hermana.

—Eres muy pesada.

—¿Desde cuándo, Sara? —insiste.

—Desde que llegué.

—Mamá, Sara se olvidó de tomar tiempo para sí misma y ahora está muriendo de estrés —grita Cris y trato de escuchar la voz de mamá al fondo—. Dice que no ha tenido casi tiempo.

Cris sabe que detesto que mi madre se meta en mi vida, lo hace para molestarme.

—A ver, Cris, no exageres, he conocido varios parques y lugares de Londres. También hago ejercicio y como saludable.

—Si, pero recuerda que eso es lo que tienes que hacer, no lo que quieres hacer realmente. Tienes que dejar que el mundo se vaya a la mierda durante, al menos, unas horas —me recuerda.

—Cris, no me digas lo que tengo o no que hacer. Estoy bien.

—¿Ya hiciste algún amigo? No verdad —Cris es así, insoportablemente preocupante—. Yo que tú aprovecharía estar en una ciudad donde nadie me conoce para salir de fiesta, emborracharme y follar con desconocidos.

—Cris, ese lenguaje —grita a lo lejos mamá, casi puedo imaginar a Cris rodando los ojos.

—Tengo cosas que hacer y aún estoy acomodando alguna ropa que sigue en la maleta —trato de defender mi poca sociabilidad.

—¿Este fin de semana qué harás?

—Despertarme tarde, ir a comer a algún café solitario y luego, por la noche, ver alguna película —contesto—. Tal vez vaya a algún bar y baile con algún desconocido.

—Eso sería bueno si fuera cierto, pero conociéndote sé que no lo harás.

—Sabes que no me gusta salir a esos lugares apestosos. Me traen malos recuerdos.

—No todos los lugares son apestosos Sara.

—Lo sé es solo que no me gusta y no voy a fingir que lo disfruto.

Me pongo de pie del sofá donde estaba y prefiero irme a la cama, es de noche y mi cuerpo anhela descanso.

—¿Cómo vas con todo lo demás? —pregunta mamá de pronto casi metiéndose por la bocina.

—Bien, normal supongo.

—¿Has llorado? —insiste mamá.

—Ayer.

—¿Por qué?

—Mamá me sofocas —expresa molesta Cris.

—Estaba triste y cansada. En la editorial me pusieron a hacer cosas de secretarias y me sentí un poco frustrada, supongo que fue por eso —digo—, además que extraño la universidad, a Susan y todo lo que tenía allá.

—Pero se te pasará —dice como siempre mamá.

—Si ya estoy mejor —la tranquilizo, aunque mamá no es muy buena preocupándose por los sentimientos de sus hijas, solo algunas veces finge preocuparse demasiado y resulta incómodo.

—Te llamaré mañana para hablar más en privado —dice Cris con intención.

—Está bien.

—Philippe te manda saludos —exclama mamá.

—Dile que igual, saludos —mentí, pues me da igual lo que me mande a decir mi padrastro.

Me despido de Cris y mamá prometiendo ya no llorar y tomarme un respiro.

Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora