Capítulo 46- M a t í a s

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M a t í a s

Londres/ Mayo

Me bebí el vaso de agua viendo a mi alrededor. Samantha desapareció en la fiesta en cuanto llegamos. George no es muy fan de este tipo de eventos, aún así lo veo gozando y muy feliz pegado a su esposa. Logan llegó primero que todos y ya está medio borracho. Toda la gente está ya ambientada y en sus propias maneras de divertirse.

El club es grande, una barra extensa cubre una vitrina llena de alcohol y la pista también es enorme. Las luces cambian de acuerdo a la música. Hay una zona exclusiva detrás para los que quieran quedarse a dormir, también hay más habitación en el piso de arriba. Vino gente que nunca en mi vida he visto, algunos son conocidos de George, otros son colados.

Una chica rubia se sienta junto a mí y me sonríe bebiendo su copa y repasando con la mirada mi cuerpo, trato de devolverle un gesto amable pero simplemente bebo más agua y la ignoro.

—¿Por qué tan solo, guapo? —habla casi gritando.

—Porque estoy esperando al amor de mi vida.

—Tal vez lo tienes a tu lado y no te das cuenta —ronroneó la chica. No comenté más, solo me giré viendo la pista, ella siguió hablando—. ¿Eres tan callado siempre?

Iba a contestarle, cuando veo a Sara caminar hacia mi con el bolso en las dos manos sujetándolo frente a ella. La escaneo un par de veces ensimismado por la bella escena. Viste una minifalda marrón y una blusa corta del mismo color que la falda, ambos ajustados a su cuerpo y dejando ver parte de su abdomen. La luz, que ahora es azul, hace que su cara se vea sin maquillaje, aunque se que lo porta, el cabello suelto casualmente le brilla por la misma luz.
Me pongo de pie tratando de no verme como me siento.

—Hola —saluda. Se acerca y ve a la chica que tengo al lado—. ¿Interrumpí?

—No…

—Ya veo porque es el amor de tu vida —dice la rubia, pasa por el lado de Sara y le da una mirada de arriba a abajo, perdiéndose en la pista.

Sara me ve extrañada y la invitó a sentarse.

—¿Qué fue eso? —se sienta a mi lado.

—No lo sé.

—Oh, me enteré que Logan tendrá un hijo. Estoy muy feliz por él.

—¿Te lo dijo él?

—Gardenia. La encontré en el elevador y me lo dijo. —Sara es buenísima fingiendo comodidad, pero yo no soy idiota—. ¿Dónde están tus amigos?

—¿Quieres irte?

—¿Qué?

—Sara, no soy idiota. Sé que estos lugares no te gustan.

Ella iba a hablar, interrumpió el camarero y puso una botella de vino frente a nosotros, se marchó sin decir nada, Sara se sirvió una copa y olió el vino sin beber.

—Que a mí no me guste un lugar no significa que no pueda estar aquí —contestó sería.

—Ya lo sé. Lo digo porque quiero que estés cómoda.

—Estoy bien.

—No, no lo estás.

—Matías, no moriré por estar en un club.

—No me refiero a esto solamente.

—Se claro entonces —tomó un trago de su copa, y giro viéndome directamente.

—Estás distante, y no solo en las llamadas que hacemos, también en las situaciones.

—Sabes que he tenido mucho trabajo. Estoy en Londres para esto, para trabajar.

Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora