Capítulo 89- M a t í a s

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M a t í a s

Italia/ Diciembre

Me desperté con el sonido de voces en el exterior. Sara no estaba a mi lado y salí de la cama para ver qué es todo ese ruido.

—Si María, ya vete o se te hará tarde —dice Sara y cerró la puerta sonriendo.

Caminé hasta la cocina, miré el gato limpiando su cola sobre un taburete.

—¿Tú vecina?

—Si, pensó que iría a trabajar y que se me había olvidado poner alarma —contestó viniendo. Quitó al gato del asiento luego lo colocó sobre sus piernas—. ¿Has dormido bien?

—Siempre que duermo contigo duermo bien.

—Será porque abarcas toda la cama.

—Tu eres la que te mueves mucho, como un gusano —me lanzó una mirada que me hizo apretar los labios para no saltar a reír—. Esta es nuestra primera discusión como pareja. Hay que bautizar el día.

—Si como no, la próxima vez dormirás en el piso.

—Sabes que no puedes vivir sin mí.

—Claro. Eres mi oxígeno como olvidarlo —murmuró sonriendo, empezó a acariciar el gato y recordé la vez que conoció a Shadow. Me transporte un poco a ese tiempo donde no me habría pasado por la cabeza que sucedería tanto después—. Pancho, eres demasiado pegajoso. Abajo.

El gato ignoró completamente su mandato.

—Si lo sigues acariciando así cualquiera se querría quedar ahí. Hasta yo.

—Si fueras un gato serías él —puso el gato en el suelo—. Bien, ¿que me harás de desayunar?

Fuí hasta su cafetera y la encendí.

—¿Me ves cara de sirvienta? —cuestioné mirándola.

—Te veo cara de tonto —sonrie dulcemente.

—¿Sabes de qué te veo cara yo a tí?

—No quiero saber.

—Pero te lo diré —caminé hasta ella. Su intento de alejarme fue en vano, y terminó con los brazos enrollados en mi cintura y yo entré sus piernas—. Tienes cara de... ¿De qué crees?

—De diosa griega salida de comercial de shampoo.

—También. Pero como que tienes cara del amor de mi vida.

—Oh, por Dios —soltó a reír—. Eres tan meloso. No sé cómo me sigues gustando, me lo pregunto todos los días.

—¿Y a qué conclusión llegas?

—A que follas demasiado bien.

—¿A si? —la besé apretándola contra mi— yo no lo recuerdo, tal vez deberías de recordarmelo —pasé la nariz por su cuello esparciendo besos, Sara soltó un suspiro e inclinó la cabeza—. Extraño que pongas tus piernas sobre mis hombros, Sara. Eso me encantaría que hiciéramos está mañana.

—Pero tengo hambre. De comida.

—Te haré de desayunar entonces —me separé suspirando. Fui a servirme café y también le serví a ella—. ¿Qué quieres que te haga?

—Cuando te dije ayer que en mi refrigerador solo había yogurt y alcohol, hablaba en serio. Pero —giró viendo por toda su cocina— hay pan y huevos. Algo se puede hacer con eso.

—¿Desayunas vino?

—Desayunaba con María o afuera. Sabes que la cocina y yo no somos muy amigas.

Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora