Capítulo 55- M a t í a s

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M a t í a s

Londres/ Junio.

Cuando llegué a mi departamento encendí la luz y lo primero que ví fue a Samantha dormida en el sillón. Despacio me acerque hasta ella; no tenía zapatos y llevaba la misma ropa que está mañana. 

Durante todo el día Carla y yo fuimos a pasear por Londres, Sam había dicho que se iría luego, que tenía cosas propias que hacer, por eso no la invitamos a estar con nosotros. Por lo que veo no hizo nada de eso y se quedó todo el día aquí.

Me puse de rodillas contemplando a Samantha hecha un ovillo en mi sofá. En el piso había una botella de tequila y una cajetilla de cigarros, ambas cosas eran mías, también estaba su celular y un libro que yo tenía en mi habitación.

—¿Sam? Sam —la llamé un par de veces tocándole el hombro.

Seguí sacudiéndola hasta que levantó la cabeza confundida.

—¿Qué pasó?

—¿Por qué sigues aquí? ¿Está bien? —pregunté.

—Porque estoy borracha.

—Es lo que noto. ¿Ahora que pasó? ¿Por qué estás así?

—¿Crees que soy una zorra?

—No vuelvas a decir eso. —Se le llenaron los ojos de lágrimas. Odio que Samantha lloré porque sé que cuando lo hace es por un motivo realmente doloroso. Le pase una mano por la cabeza comprensivo—. No lo eres, Sam.

—¿Por qué me siento tan sola? Tengo todo, tengo dinero, trabajo, un departamento, un coche bonito; y aún así me falta algo.

—Samantha…

—Desde que esa chica me usó solo por sexo y luego tuvo la desfachatez de robarme, he tenido colpasos en varias ocasiones —murmuró. Las lágrimas le empezaron a surcar la cara, le limpie unas cuantas escuchado lo que decía—. Quiero ya sentirme bien, quiero dejar de sentir que todo me sale mal. Cuándo saliste con Carla esta mañana, yo iba a ir a casa, pero no pude, y simplemente me quedé aquí sin poder seguir.

Me iba a levantar para sentarme a su lado, sin embargo Samantha siguió hablando:
—Quiero ser como ustedes, quiero tener mi propia vida y no tener que entrar a un departamento ajeno a robar alcohol. Ya estoy harta de sentirme sola.

—Sam, tú no estás sola. George, Logan y yo siempre estaremos para tí —me acerqué hasta contemplar esos ojos que he visto llorar desde la universidad—. Somos tú familia, Sam. Tú eres parte de mi familia. Y cuando todos nos fuimos a la mierda estuvimos ahí. Cuándo uno de los tres colapso estuvimos ahí. Nunca estarás sola.

—¿Crees que mañana me sentiré mejor?

—Si. No estarás ya borracha.

—¿Puedo dormir hoy aquí? Mañana resuelvo mi vida, pero hoy no puedo ser consciente de nada.

—Venga. —Supe que no podría ponerse de pie, entonces la tomé en mi brazos.

Sam hizo una especie de risa, aunque sonó más como gruñido, se sujetó a mi cuello y permaneció pegada a mi pecho hasta que crucé mi habitación.

La dejé caer en mi cama y fui por una manta.

—Espero no estés muerta por la mañana —dije. La cubrí con la manta. Sam parecía ya no soportar estar despierta, solo se reacomodo y volvió a cerrar los ojos.

Caminé hasta la puerta y apagué la luz.

—Matías, gracias —murmuró—. Tú tequila es el mejor.

Cerré la puerta detrás de mí. Antes de entrar al estudio y ponerme a pintar preparé como dos litros de café, recogí la cajetilla de cigarros y saque uno; Lo olí esperando que el tabaco me diera asco. Obviamente no sucedió. Observé el cigarrillo entre mis dedos escuchando el leve sonido de la cafetera, ya no me daban ganas de fumar, ni ansiedad por tener tabaco en mi sistema.

Tal vez solo lo quería encender para recordar viejos tiempos, pero preferí servir mi café y tirar la colilla en la basura.

Entré a mi estudio y encendí todas las luces, quería que hubiera toda la iluminación posible. Saqué todos los materiales, puse el lienzo sobre el caballete contemplando el cuadro en blanco. La cámara a mi lado me mostraba la imagen que iba a plasmar, a mi manera, sobre el lienzo, mi cabeza giraba tratando de enfocarse en la acción.

Tiempo atrás dije que pintaba por mero contrato, porque era mi trabajo, y que tenía tiempo sin pintar realmente por gusto. Bueno, pues ahora lo haré.

Supuse que sería fácil tomar el pincel y disfrutar de la sensación que años atrás me hacía sentir relajado y concentrado, no fue así. Hoy solo pasó eso, las ganas de pintar ese árbol me rondaron todo el día la mente, no pude apartar la idea de los colores y las líneas en el lienzo. Lo visualice.

Pase minutos, tal vez horas admirando el lienzo en blanco y temiendo no poder plasmar todo lo que quería representar. Supongo que de todas las pinturas de este conjunto esta fue la más difícil de pintar. Ví la fotografía, me impregne de lo que me transmite, detallé cada espacio y signo, la luz y el color, el ángulo y la espontaneidad de la foto.

Pensé: no quiero pintar un jodido desastre, lo haré tan bien que cuando alguien vea esta pintura aprecie lo que yo estoy viendo en esta fotografía, lo haré tan bien que sientan lo que yo siento.

Y entonces empecé a pintar con la misma pasión y concentración que me gustaba sentir.

Bebí tanto café hasta terminar la pintura. Vi el amanecer mientras corregía los detalles y limpiaba las zonas sucias. Cuándo al fin ví la obra terminada suspiré aliviado, quedó estupenda. La dejé secar y salí del estudio cerrando la puerta con seguro.

Me metí a la ducha y minutos después ví a Samantha en la orilla de la cama, con una mano en el suelo, roncar profundamente. Aseguré la cortina de la ventana para que no entrara luz y adaptar mi cuerpo a dormir en la mañana, con mi pijama ya puesta me dejé caer al lado de Sam. Apenas toque el colchón me quedé dormido plácido.

Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora