M a t í a s
Londres/ Junio
Escuché como tocaban la puerta con cierta impaciencia. Salí con el pijama a medio poner, es decir sin camisa. Quien sea que esté tocando la puerta así debe de estar apunto de morir, o no entiendo esa manera tan desesperada de golpear la jodida puerta.
En cuanto abro la puerta observó a la chica de pie en mi umbral. Me ve y se echa a reír.
—¡Dios mío, me caí! Todo por culpa de ese hombre bigote de morsa pervertido.
Recorrí a Sara de pies a cabeza asimilando lo que veía. Lleva una minifalda rosa, una blusa de tirantes negra y tenis. El cabello es algo indescriptible, como un nido gigante, tiene una raspadura en la rodilla, un poco sangrienta. Trae el maquillaje escurrido debajo de los ojos, y está borracha, puedo oler el alcohol.
—¿Cuánto has bebido?
—Dos.
—¿Dos qué?
—Dos shots —contestó y empezó a reír—. Claro que dos botellas, Matías. Matías. Matias. Yo venía a decir algo importante… Hice un discurso y todo —se quedó en silencio. Estiró un brazo y se sostuvo con el marco de la puerta—. Lo olvide… olvide el puto discurso, pero mañana, mañana te lo daré. Eran bonitas palabras sobre las… Sobre la amistad.
La cogí de la cintura antes de que cayera al piso. Sara me rodeó el cuello con los brazos y acercó su cara. Huele a vino y a rancio
—¿Si me disculpas? Bien, que bien. Ahora te diré que te ves muy guapo —murmuró, acercó su boca y me aparté—. Y yo no puedo estar cuerda viéndote sin camisa. Eres muy guapo. ¿Ya te lo había dicho?
—¿Cómo llegaste?
—Un taxi. Obviamente. No iba a venir en avión.
—¿Y tú bolso?
—En mi departamento. Pague con un eructo.
—Te llevaré a tu casa —tuve que arrastrarla hasta el sofá, las piernas se le doblaban al intentar caminar, deje que se sentará antes de que cayera al piso.
—¿Estás molesto?
—No. Espera aquí. Iré a vestirme.
Regresé a la habitación, rápidamente me puse una playera y cogí mi celular.
Sara tenía la cabeza inclinada y los ojos cerrados. Joder, se veía tan débil. Me produjo una sensación extraña.
Me acerqué y le tomé la muñeca.
—Las galletas —murmuró
—Sara. —La chica levantó la cabeza y sonrió sin abrir los ojos—. Venga, arriba —ni siquiera se movió. Suspiré y la cogí encima. Dejó caer la cabeza hacia atrás como alguien que no tiene control sobre su cuerpo—. Levanta la cabeza o si no te darás contra un mueble.
Riendo puso la cabeza en mi pecho aferrándose a mi cuello. Decidí llevarla a mi habitación y no al coche. Sara está mal y no la voy a dejar sola allá.
Con cuidado la coloqué en la cama, se quejó pero no hizo por levantarse. Le quite los zapatos y calcetines.
—Siéntate un momento —le dije, pareció no escuchar; la tomé de la muñeca y por fin se sentó.
—Me haces cosquillas —exclamó cuando sintió mis manos en la espalda.
Traté de desabrochar el jodido sostén, no sé porqué las mujeres siguen usando estas mierdas, no creo que sea muy cómodo traer una varilla cerca del cuello. Como pude logré sacar el sostén por debajo de la blusa, creo que lo rompí.
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Ilústrame, píntame y no me dejes [En Edición] (COMPLETA)
Novela Juvenil-Pienso que el amor es de las ruletas más arriesgadas de la vida, y cayó en mi casilla haciendo que me enamorará de un Londinense castaño, ojos marrones y con labios jodidamente antojables -cerró los ojos y rocé sus labios temblando-, que además me...