3. Un delincuente con compasión.

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No supe en que momento la camioneta se detuvo, la conciencia iba y venía de mí

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No supe en que momento la camioneta se detuvo, la conciencia iba y venía de mí. Me sentía ajena, alejada... el miedo había hecho que entrara en estado de shock. A lo lejos escuche que esos hombres murmuraban cosas pero no lograba descifrar que...

-...No es la chica-logre entender finalmente, mis ojos comenzaron a revolotear intentando abrirse pero el dolor del golpe me tenía muy confundida y mareada. -Ella no es Gianna Sierra-contesto a algo que le dijeron y no entendí. Me miraba con pánico, sus pozos verdes no se despegaban de los míos que a pesar de estar terriblemente asustada logre sostenerle la mirada.  

 -¿Es joda verdad?-pregunto otro, su voz  me causo escalofríos era muy grave e intimidante.

-...es pelirroja, y estaba con las niñas pijas-espetaron. No tenía idea de cuantos hombres eran, no podía apartar mi confundida y asustada mirada del tipo que intentaba bajarme.

Segundos después comenzaron a escucharse grito e injurias, los hombres se gritaban entre ellos y el ruido hacia que mi cabeza quisiera explotar, el dolor estaba intensificándose y no pude mantener por mucho tiempo más la conciencia. Todo volvió a ponerse negro y me desplome en brazos del hombre que me sujetaba...

No estaba segura cuanto tiempo había pasado, ni siquiera podía recordar que sucedió. Pasaron varios segundos antes de darme cuenta de la realidad, de la horrible realidad que estaba viviendo. Intente moverme pero me fue imposible, mis brazos estaban sujetados en mi espalda y mis pies también. No podía ver nada y la mordaza tampoco me permitía emitir ningún sonido, estaba completamente inmóvil sobre algo duro y tieso, como un catre viejo a juzgar por el chirriante ruido que hacía con el movimiento. La desesperación comenzó a apoderarse de mí, intente como las pocas fuerzas que tenía moverme de alguna manera, lo único que logre con eso fue lastimarme más, apretar los agarres en mi muñera y tobillos. Sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas, pero las vendas la absorbían antes de poder resbalar por mi mejilla.

La horrible punzada que tenía en mi cabeza se acentuaba más con lo apretado de la venda, estaba cerca de perderme en la oscuridad nuevamente, evadir el dolor físico y emocional que comenzaba a superarme.

No sé cuánto tiempo llevaba así, despertando y hundiéndome en la negrura pero cuando lo hice esta vez, ya no soportaba el dolor en mi cuerpo, el entumecimiento por la incómoda posición en la que me encontraba. Llevaba  horas, si no es que días en la misma y mi estómago a pesar del terror que sentía comenzaba a pedir algún tipo de alimento.

-Maldita sea, miren como la tienen. No sean cabrones-espeto una voz, me estremecí al recordar a esos hombres. El pánico comenzó a recorrer mi cuerpo de nuevo, a alertarse por la cercanía de esos seres que estaban haciendo mi vida un infierno, una pesadilla.

-¿Y que querías? ¿Qué la tratemos como reina? De todas maneras pronto nos desharemos de ella-dijo la misma voz que me causo escalofríos antes.

-No digas estupideces-espeto el hombre mientras me ayudaba a incorporarme. Pensé que me causaría repugnancia el contacto de su piel con la mía, pero por el contrario un estremecimiento me recorrió cuando con delicadeza comenzó a retirar la venda-pónganse los pasamontañas-ordeno. Saliendo de mi aturdimiento comencé a reconocer las voces, a diferenciarlas... el que estaba desatándome no tenía la voz grave como de un adulto, más bien tenía la voz de alguien joven.

Chica Incorrecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora