17. ¿Amigos?

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Aunque estaba segura de haber hecho lo correcto al no ir, no pude quitarme la inquietud durante todo el día. Las palabras de mamá no salían de mi mente... él era especial, de eso no tenía duda, la cuestión es que no sabía si era para bien o para mal. Me reprendía a mí misma por las ansias de querer verlo nuevamente, de estar cerca suyo y sentir ese mar de emociones que me invaden cuando estamos juntos... me repetía una y otra vez, que no debía acercarme, que él era muy peligroso para mí.

La indecisión pudo conmigo, la guerra interna que tenía terminó ganándola mi parte racional. Hice bien en no aceptar verlo nuevamente. Tenía que sacarlo de mi vida, de mis pensamientos y hacer como si nunca hubiera existido. Era lo mejor, para él, para mí, para ambos.

Durante todo aquel fin de semana, pase de las chicas y Octavio, ignorando sus mensajes, aún no tenía idea que iba a decirles. Mamá me veía emocionada y no paraba de intentar sacarme más información sobre él, cosa que no ayudaba en lo absoluto a mi resolución, sin embargo encontré siempre la manera de darle la vuelta y evitar el tema a toda costa. El lunes por la mañana cuando me dejo en la universidad, ni siquiera trato de disimular pues descaradamente paseaba su mirada por donde estaban mis amigos, intentando descifrar quien era el chico misterioso que había roto las barreras de su bebé.

—No está aquí—murmuro y ella sonríe con vergüenza, sabiéndose descubierta.

—Bien... ten un buen día—dice rindiéndose.

—Tú también. Nos vemos, maneja con cuidado.

Mientras caminaba hacia ellos, podía sentir como mis nervios iban en aumento, las manos me sudaban y mi respiración se agitaba, no estaba lista para enfrentarme a sus preguntas, a sus cuestionamientos... Bea fue la primera en notarme, sonrío y alzo las cejas con diversión.

— ¿Dónde te metiste todo el fin de semana? —Pregunta con reproche.

— ¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos? —Agrega Cleo antes de si quiera poder decir algo.

—Lo sé, lo siento... solo... necesitaba tiempo para pensar en algunas cosas—murmure, algo intimidada.

— ¿Estás bien? —Habla Octavio, mirándome con ansiedad.

—Sí...

—Bueno, ya hablaremos en el receso, se nos hace tarde—Apremia Bea, al notar mi incomodidad.

Cada quien se va por su lado, dándome un respiro antes de enfrentarlos nuevamente. Durante las primeras clases no daba una, no lograba concentrarme por más que lo intentara, mi mente viajaba una y otra vez hacia él, hacia nuestro encuentro del sábado... sigo teniendo la espinita de que hubiera pasado si lo hubiera visto de nuevo como habíamos quedado. Cansada de darle vueltas a lo mismo, pienso mejor una forma de evadir las preguntas de las chicas sin decir mucho y que las dejara tranquilas.

Ni bien la última clase antes del receso termina, ya las tengo a ambas esperándome afuera del salón de derecho penal. Me arrastran hasta el jardín trasero de la facultad, donde están las mesas de picnic muy poco concurridas, todos preferíamos el frescor de la cafetería climatizada.

—Bien, habla... ¿Qué sucedió el viernes? —Pregunta de inmediato Cleo. Largo un suspiro y contesto de la manera más honesta posibles sin delatarlo, ni delatarme a mí.

— ¿La verdad? No tengo idea, yo también estoy muy sorprendida y bastante confundida al respecto.

— ¿Cómo es que lo conoces para empezar? —Bea niega, desconcertada.

—Es... un viejo amigo, da igual eso...—murmuro, tratando de no dejar que insistieran al respecto.

— ¿Un viejo amigo? ¿De dónde Florencia? Te recuerdo que crecimos juntas y conocemos casi a las mismas personas, sinceramente nunca lo había visto en mi vida y estoy segura que nunca nos hablaste de él—no hay reproche ni acusación en sus palabras, simplemente está tratando de entender.

Chica Incorrecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora