10. Mi tortura.

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Los siguientes días fueron un infierno

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Los siguientes días fueron un infierno. La culpa no me dejaba dormir en las noches y esos malditos ojos avellana no salían de mi mente, ni podía olvidar su melodiosa voz. Seguía de un humor de perros, no me apetecía hablar con nadie y solo la mención de ella me volvía loco, mi familia estaba desconcertada porque no entendía la razón de que me afectara tanto lo sucedido... todos, menos Gio que tenía sospecha de mis sentimientos hacia Florencia. Esa es otra razón por la que estaba volviéndome loco, no entendía que era lo que sentía por ella, la revolución de sensaciones que existía dentro de mí con solo pensar en esa niña... el apremiante deseo de verla nuevamente, de tenerla cerca y poder sentir ese cosquilleo que recorría mi cuerpo cuando su tersa piel hacia contacto con la mía... la necesidad de protegerla y estar a su lado seguían carcomiéndome por dentro.

-¿Sigues pensando en ella, cierto? -Pregunto Elena, acostándose junto a mí. Estaba tan concentrado pensado en la chiquilla, como suele pasarme últimamente, que no escuche en que momento había entrado a mi habitación. Me encogí de hombros, sin saber que decir. -¿Por qué siento que hay algo más que culpa en todo esto? -Suspire cansado, agotado por la situación. Necesitaba hablar con alguien, desahogarme...

-No sé qué siento hacia ella...-murmure, con la vista perdida en el techo-En un principio pensé que era la culpa lo que hacía actuar así, que esa aprehensión e instinto protector era producto de ello... pero El, desde el momento que sus ojos se posaron en los míos no he podido sacarlos de mi cabeza, el tiempo que pase a su lado fue... no sé cómo describirlo pero no quería que terminara, me gustaba, me daba paz, sosiego... me hacía sentir vivo y sé que es una locura, pero siento como si algo hubiera cambiado dentro de mí...-ni siquiera era del todo consciente, las palabras solo salían de mí buscando liberación.

-Te enamoraste de ella...-murmura mi hermana con sorpresa e incredulidad.

-No lo sé, no sé qué siento... de lo único que estoy seguro ahora es que quiero asesinar con mis propias manos a esos bastardos que le pusieron una mano encima a mi chiquilla, la ira me quema el alma-La manera posesiva con la que salieron esas palabras me sorprendieron incluso a mí mismo.

-Dios mío, Gonza... realmente sientes algo por esa niña-niega sin poder dar crédito ante semejante hecho-No cometas ninguna locura, sé que la ira te sega en este momento pero... es mejor dejar las cosas como están... Sabes que ella no pertenece a nuestro mundo, que por mucho que sientas algo por ella, lo suyo es imposible... No quiero que sufras, tienes que olvidarla hermanito, es lo mejor... para ambos-Sabía que tenía razón, que lo mejor era olvidarme de todo, seguir con mi vida como si ella nunca hubiera aparecido... como si ese error nunca hubiera ocurrido-Tampoco quiero que te ensucies las manos, por favor Gonzalo no hagas nada de lo que luego te arrepientas... por favor, deja a papá y Gio arreglar lo que hicieron esos hijos de puta, te aseguro que no les quedara ganas de vivir cuando papá les de lo que merecen-No estaba seguro de prometerle a mi hermana algo que no pudiera cumplir, estaba tan jodidamente enojado que si ellos se cruzaran en mi camino no me tentaría el corazón, aunque por otro lado ella tenía razón, no quería ensuciarme las manos con la sangre asquerosa de esos hombres. Nos quedamos en silenció por largo rato, ella solo me abrazaba, reconfortándome. No sabía cómo hacer para olvidarla, para enterrar lo que lo sentía... pero estaba consciente que nuestros mundos nunca podrían congeniar, que nuestras vidas nunca se cruzarían de nuevo.

Chica Incorrecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora