22. Síndrome de Estocolmo.

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No era lo mismo estar aquí sin ella, realmente se había enojado esta tarde y nadie pudo hacerle cambiar de opinión. Me sentía mal, culpable e impotente, en cualquier momento mi chiquilla puede cansarse de la situación, de que no pueda ofrecerle todo lo que ella se merece. Por supuesto que me encantaría ir por ella a la escuela, poder salir con libertad a donde sea pero me importaba más su seguridad, protegerla de la mierda que me rodeaba. No podía negar el miedo que sentía que esta situación pudiera separarnos a la larga.

Estaba de mal humor, ni siquiera sé porque vine si ella no iba a estar aquí. Tenía una jodida semana sin verla y eso estaba volviéndome loco. Los chicos veían divertida la situación y en el fondo, obviando el miedo que tenía a perderla, también me causaba gracia el hecho de ser la primera vez que la veía enojada, mi chiquilla era firme y no dudo en mandarme a la mierda cuando intente hablar con ella.

—Tranquilo hombre, mañana ya se le paso—dice Aitor.

—No lo sé... Florencia no suele enojarse con facilidad, así que tuviste que hacerle algo realmente malo para que lo hiciera y te espera como mínimo, dos o tres días así...—comenta Bea riendo, haciendo que rodara lo ojos ¿tres días? Es una locura, no iba a soportar no verla por tres días más.

—No es por defender a Gonza, peor realmente no hizo nada...—interviene Leo, quien también se quedó confundido ante la reacción de Florencia.

—Tal vez ese sea el problema, que no hizo nada y ella esperaba que hiciera algo—agrega Cleo encogiéndose de hombros.

Por supuesto, ella esperaba que todo terminara y podamos andar libremente, hasta donde sea posible en nuestra situación, de nuevo. Y estábamos cerca, pues hasta la última información que nos había llegado esos hijos de puta ya no estaban en la ciudad, papá solo se estaba asegurando que sea verdad para levantar todas las medidas de seguridad.

Deje que Leo corriera con mi auto, no estaba de humor. Y por increíble que parezca, Aitor logró ganarle, nadie podía creerlo y mientras le hacíamos burla, uno de los hombres causante de todos nuestros problemas apareció.

—Pero mira nada más a quién tenemos aquí, Gonzalo Farraez... que agradable sorpresa—dijo Enzo con una sonrisa de suficiencia. Me tensé y el hijo del jefe Royals emergió en mí.

—Lamento no poder decir lo mismo...—sisee. Mi pose erguida y la máscara de frialdad sorprendieron a todos, quienes veían nuestro intercambio con recelo.

—No tienes idea de las ganas que tenía de poder encontrarme contigo o con la dulce Elena, mira que está más bella que nunca... ahora entiendo porque Gael está loco por ella y más esta noche que se ve espectacular vestida de azul, mi hermano estaba ansioso por bailar con ella—la burla y desdén en cada una de sus palabras me hicieron hervir la sangre, la furia viajaba por mi sistema a un ritmo vertiginoso.

—Ni se les ocurra acercase a ella—espeté y cuando el idiota soltó una carcajada por mi reacción, perdí el control e intente lanzarme sobre él pero Leo estaba atento y logro frenarme.

—Cálmate Gonzalo, no le des lo que quiere—murmuró.

—Bueno, yo solo pasaba saludar, dale mis respetos a tus padres—el maldito estaba gozando de la situación y de sacarme de mis casillas. Con las mismas se fue no sin darme una mirada de burla.

—Suéltame—espeté, haciendo un movimiento brusco para que Leo me liberase.

—Pero cálmate—pidió—¿Quién era ese idiota? —Preguntó.

—Un hijo de puta, que si vuelve a cruzarme en mi camino lo mato—las chicas me miraron asustadas, nunca habían visto esta faceta mía.

—No digas estupideces y mejor localiza a Elena—apremió.

Chica Incorrecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora