18. Conociéndonos.

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Estuvimos el resto de la noche riendo, platicando y yo robándole uno que otro beso, haciendo que se sonrojara. Era malditamente adorable y con cada minuto que pasaba a su lado me encandilaba aún más. Seguía sin estar del todo seguro sobre permitir este acercamiento, sabía lo peligroso que podría llegar a ser involucrarla en mi vida, sin embargo lo deseaba y si tenía la oportunidad haría lo que fuera para que funcionara.

Cuando los primero vestigios del amanecer comenzaron a aparecer, nos dimos cuenta que era hora de irnos, el mágico momento se estaba acabando y era jodidamente feliz porque no hubiera terminado como pensé. No fue la última noche, fue el principio de algo que moría que sucediera.

Caminamos en silencio, mirándonos con complicidad, al auto y antes de que subiera acune su rostro entre mis manos y murmure:

— ¿Te puedo pedir un favor?

—Claro...

—Nunca olvides quien soy, lo peligroso que es mi mundo... el riesgo que implica estar cerca de mí. Prométeme que me ayudaras a mantenerte a salvo, a protegerte... que en el momento en que mi cercanía signifique un gran peligro para ti, te alejarás.

—Yo...—Callo, no sabiendo cómo seguir, sorprendida por mis palabras.

La realidad de lo que involucraba la decisión que tomamos, se hizo más clara para los dos. Ella tenía que estar consciente en lo que se estaba metiendo, yo tenía que hacerme a la idea de lo que implicaba dejarla entrar en mi vida.

—Prométemelo...—Presioné, necesitando escuchar esas palabras de ella, la seguridad de que no permitirá que vuelva a herirla de nuevo.

—Lo prometo—murmuro finalmente.

No pudiendo contenerme, pegue de nuevo sus labios a los míos, era una increíble sensación y no me cansaría nunca de hacerlo.

—No tienes idea las veces que había soñado tenerte así...—digo sobre sus labios, soltando un suspiro.

Cuando la deje en su casa, eran casi las seis de la mañana. El amanecer casi nos había alcanzado y el miedo a que todo fuera un sueño, que se desvaneciera cuando la luz ilumine todo, nos embargó... provocando que la despedida fuera incómoda y difícil. Estaba por bajarse del auto cuando la detuve.

—Florencia, como se supone que logre conocerte más, si ni siquiera me has dado tu número para poder localizarte—murmuro con diversión, haciendo que sonriera.

—Cierto, apunta que solo lo diré una vez—Bromea. Saco de inmediato el celular y tecleo el número que dicta, marque en ese mismo instante para que ella tuviera el mío también.

—Listo, te marco mañana ¿ok? —asiente y se despide de nuevo.

Hasta que no la veo dentro, no arranco el auto. Aun no me creía lo que sucedió, la manera tan increíble como terminaron las cosas. Con una enorme sonrisa conduje a mi casa, donde seguro me esperaba una bronca por llegar tan tarde como siempre, sin embargo nada podría quitarme el buen humor que traía. Moría por contarle a Elena todo, y por agradecerle. No sé qué fue lo que le dijo, pero influyo mucho en su decisión.

— ¿Otra vez llegando tarde? —Pregunta mamá, apenas paso la puerta. Esa maldita costumbre suya de despertar temprano a veces era exasperante.

—Oh vamos... dame crédito por no hacerlo tanto como antes—digo con cinismo y rueda los ojos divertida.

—Descarado, al menos no apestas a alcohol ni a humo de cigarro.

—Sí bueno, fue una noche... diferente—murmuro, recordando aquellas horas con ella, lo increíble que fue.

Chica Incorrecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora