[ XXXVII ]

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—Adrien—

Abrí mis ojos con pereza al percibir una luz tenue que llegaba a mis ojos, mi rostro estaba justo en frente de la ventana y de inmediato cubrí mis ojos con mi brazo para poder ver la estancia.

Pero al momento de sentir como alguien se removió a mis espaldas, me gire para contemplar a la persona que estaba a mi lado en esa cama y una pequeña sonrisa apareció en mi rostro al poder verla.

Marinette se encontraba aún dormida, dándome una bella imagen suya.

Al sentirse observada, abrió sus ojos de a poco y no pude evitar reír al ver que ella sonreía y cubría su rostro con la almohada y cubriéndolo de cierta manera.

—Oye ¿Por qué haces eso?— Rei de cierta manera al ver que me evitaba.

—¿Qué? Acabo de despertar, debo de estar horrible.

Esta vez no lo pude evitar y solté una carcajada a lo cual ella me golpeó en el hombro, haciendo que me callara de inmediato, podría parecer que fuera una chica delicada por fuera, pero no lo era, tenía demasiada fuerza y mi hombro era muestra de eso.

—¿Por qué hiciste eso?—Me queje a lo que ella rio aún con su rostro entre la tela.

—Por tus burlas—Se quejo, está vez girando su cabeza a mi—Recien despierto y ¿Eso es lo que recibo?—Sabia que estaba jugando, ya que lo escuche en su tono burlesco.

Así que sin que ella se lo esperara, la tomé por la cintura haciendo que rodaramos y yo quedé justo sobre ella, logrando ver su expresión de completo desacuerdo pero a la vez, una sonrisa adornaba su rostro.

—Adrien, sueltame—Reclamo más parecía un pequeño jugueteo.

Pero se mantuvo en silencio una vez que acerque mi rostro al de ella, a lo cual quedó complemente anonadada por mi acción, quedándose totalmente quieta.

—Eres hermosa y más aun cuando despiertas.

Pude apreciar como un rubor se empezaba a notar en sus mejillas y sobre todo si respiración era algo agitada por lo que había dicho y rio en voz baja, parecía como si con esa acción pudiese calmar su timidez.

—No tienes por qué ocultarte de mi, así te ves hermosa y tan adorable y no debes de tener inseguridades.

Está vez volvió a quedarse quieta, escuchando con atención cada palabra que soltaba desde lo más profundo de mi ser.

—¿Desde cuando dices cosas tan tiernas de repente?—Solto en un pequeño susurro.

—Desde que te conozco—Afirme.

Marinette rió y subió su mano a mi mejilla para acariciarla, no apartaba para nada sus ojos de los míos, parecía como si estuviera analizando cada trazo de mi rostro. Pero todo eso acabo cuando escuchamos algunos ruidos en la parte de abajo de la casa, ambos miramos hasta la puerta de su habitación y después volvimos a vernos y ahí pude apreciar su rostro lleno de desilución al saber lo que iba a pasar.

—Ey te veré después, sabes que siempre lo hago.

—Lo se—Aseguro—Es solo que se me hacen eternas las horas para poder volver a verte.

Reí y me aparte de ella para así levantarme y tomé su mano para que ella hiciera lo mismo, quedándose sentada en la cama

—Sabes que pienso lo mismo que tú, pero debo irme antes de que tu madre se entere que estoy aquí.

Amor y Destrucción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora