[ XVII ]

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—Adrien—

Me sentía realmente horrible por como Marinette tomo aquel beso, al principio había dicho que me arrepentiría del haberlo hecho, pero la verdad es que no.

Aún recordaba sus labios contra los míos, la calidez que estos desprendían y como estos se movían al compas de los míos haciendo que perdiera por completo la cabeza.

Llegué a casa, completamente destrozado y a la vez feliz. No sabía exactamente qué era lo que había sucedido con Nino, si Marinette lo había aceptado o no.

Pero ese beso me hizo pensar que no, uno nunca corresponde un beso así de sencillo, a menos que sientas algo fuerte por el otro. Sentía que había significado algo, incluso para ella quien parecía que se había ofendido por no darle una respuesta coherente.

Me levante de donde estaba sentado y me dirigí hasta un lugar donde podría estar tranquilo, fui a la única parte del bosque que yo sabía donde quedaba, hasta encontrar el gran árbol que sobresalían de todos los que estaban ahí.

Llegué hasta a este y me senté justo en las raíces de este apoyando mi espalda en el tronco.

—¿Qué es lo que tengo que hacer ahora mamá?— Dije una vez que mi cabeza se apoyo de igual forma en el tronco.

Me sentía desesperado, no tenía idea de que hacer con Marinette, que decirle. Pero lo que más carcomia mi cabeza era Nino, ambos estábamos enrollados con esa chica ¿Y quien no?.

Desde que la conocí en esa biblioteca me pareció alguien realmente hermosa, de un carácter fuerte que no se deja decaer con nada, pero sus ojos, aquellos ojos azules fueron los que me hipnotizaron, me decía toda la verdad que yo necesitaba.

Solamente una vez me había enamorado tan fuerte de alguien, pero con Marinette era diferente, podría decirse que era una experiencia distinta que me hacía apegarme aún más a ella.

—Yo... Siento algo muy fuerte por ella—Confesé en ese mismo lugar.

Sabía que quizá ella no podría escucharme, pero era la única que lo había hecho, siempre estuvo ahí conmigo. Mi madre sin duda fue alguien muy especial en mi extraña vida.

—Pero tengo miedo de dañar mi amistad con Nino y perjudicarla a ella por lo que soy.

Y era cierto, desde que yo era consiente de mi poder, me era difícil hablar con más personas por el temor de que me descubrieran o peor aun.

Mire mi mano y active ese poder que me había condenado, me había amarrado a una vida solitaria llena de inseguridades.

Aún recordaba aquel relato que me había mencionado el origen de esa extraña maldición, o era lo que mi padre le había contado.

—¿Por qué me pasa todo esto?— Pregunté con voz intranquila.

Mi madre había ido a despedir a la puerta a Fu debido a que ya era algo tarde y pronto regreso conmigo, observando mis manos al igual que yo lo hacía.

Pronto se acercó a pasos tranquilos a mi y tomó mis manos entre las suyas. Levante mi mirada en cuanto ella hizo eso y me encontré con una linda y consoladora sonrisa.

Amor y Destrucción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora