Amor y Destrucción

[ XXXVIII ]

—Adrien—

Una vez que deje a Marinette me dispuse a hacer algo que tenía ya tiempo pensando, pero sobre todo por lo que estalló todo ese problema entre Marinette y yo con Kagami.

Quería buscar información, alguien que me hiciera saber la verdad respecto a mi separación con Kagami y sabía a la perfección quien había sido el que me dió aquel mensaje ese mismo día que ella ya se había marchado a Londres.

Al llegar a la mansión de los Tsurugi entre por el patio trasero, sabía el recorrido que tenía que llevar, después de todo conocía muy bien las entradas que debía tomar debido al trabajo que hice ahí y claro, alguna que otra que la misma Kagami me dijo en algún momento.

Tuve que ser demasiado sigiloso, no quería que alguien del servicio me viera y alertaran a los nuevos guardias que estaban en cada lugar de esa gran casona.

Por suerte, había demasiados árboles en el jardín trasero logrando mi cometido de entrar sin que me vieran, ocultandome detrás de estos ante la mirada perdida de dos guardias que caminaban protegiendo la zona.

«¿Por qué hay tanto guardia?»

Me extrañaba demasiado que hubiera una gran cantidad, no había demasiados cuando yo recorría estos lugares pero ahora su cantidad se multiplicó. Pero al ver el selló real en sus armaduras y escudos, pude saber de quien se trataba.

Eran guardias del rey, llevaban el escudo real y no era difícil imaginar que la familia se alió con él para algún propósito en común.

Una vez que uno se alejo de la puerta que me dirigiría a la cocina, corrí con rapidez para entrar en esta.

El lugar se encontraba vacío, pues aún era temprano como para que algún empleado estuviera laborando. Más tenía que ser rápido al moverme, ya que en cualquier momento la mansión se llenaría de gente y me dificultaría la tarea de esconderme.

Salí verificando que nadie estuviera por los pasillos y cuando estuve listo, salí caminado sigilosamente.

Miraba por todas las direcciones posibles, tratando de encontrar alguna pista de dónde se encontraba aquel tipo.

—¿Aún no está listo?.

Al escuchar esa voz, no pude evitar girarme, apenas y la oía y sus pasos se hacían cada vez más torturosos para mí.

—No mi señora, pero le aseguro que se terminará lo mas pronto posible, ya mandé una carta a Londres.

—Esta bien, trataré de esperar lo mas que pueda.

Busque con con rapidez algún sitio para esconderme, entrando a un cuarto y cerrando la puerta detrás de mi, dejando una pequeña abertura.

Cuando los pasos se acercaron, cerré aún más, pero no lo suficiente hasta que pude ver cómo se detenían, dándome la espalda.

—Una cosa más Didier quiero que te encargues de todo, sabes de sobra todo lo que te pido y no quiero que esté trato con el señor Borgeous vaya mal.

—Claro que si madame.

Ahí estaba, era él a quien buscaba pero me era difícil ir detrás suyo ya que no se separa para nada de aquella mujer.