[ XIII ]

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—Adrien—

—¿Estas seguro de que quieres hacer esto solo?—Pregunto Nino confundido con lo que le acababa de decir.

—Si, quiero infiltrarme yo solo en el castillo y jugarle ese pequeño acto que tiene aquel rey—Dije cruzado de brazos y apoyando mi peso en la pared.

Logré escuchar como Nino soltaba una pequeña grosería, pero no le tomé mayor importancia.

—Pero Adrien, eso es un completo suicidio, quieres ir y entrar al castillo como si nada, después ir directo a los calabozos y sacar a ese hombre de ahí ¿¡Estas loco!?—Pregunto esta vez histérico.

Solté un bufido por su comentario, claro que iría, pero lo mejor era explicárselo de la manera más atenta que pudiera para que me comprendiera.

—Escucha, debo hacerlo yo solo, es mejor ya que así no llamaremos tanto la atención y tengo que hacerlo por que ese hombre no ha hecho nada de eso que dicen.

Era cierto, ese hombre había hecho un gran escándalo en la plaza, pero fue porque le habían quitado su negocio, en el cual trabajaba para ganarse la vida. Lo que más me impacto fue la forma en que lo golpearon y sobre todo, frente a su familia.

Ese día querían mandarlo directo a la cárcel, solo porque había empujado y golpeado a uno de los guardias y lo consideraron agresión y sobre todo falta de respeto a la corona. Y eso era algo demasiado delicado.

Debía hacer algo antes de que sucediera lo que no quería, si no lo hacía, ese hombre terminaría sus días en aquellas celdas.

—Te entiendo Adrien, yo mismo estuve ahí, en ese preciso momento— Resoplo con calma, irguendose y dirigiéndose a mi. —Pero no puedes ser siempre el justiciero, la corona nos busca por robar, aunque tu lo quieras hacer para ayudar a los que más lo necesitan, por eso es muy peligroso, si te encuentran ahi te cazaran.

Rodé los ojos por su comentario, pero tenía razón y aunque el no quisiera, yo iría a ayudar a quien lo necesitara.

—Lo sé, se quien son Nino—Exprese con mal genio—Pero debo hacerlo.

No discutí más y salí de casa, tratando de planear todo para esa misma noche. Debía ser demasiado sigiloso si no quería que me atraparan en pleno acto ya que entraría a las mazmorras del castillo, donde llevaban a los presos y en ese lugar había varios guardias vigilando.

—Aunque sea un vil ladrón no voy a permitir que se haga esa injusticia.

Como había dicho, lo que más me incomodo, fue ver aquella escena, el hombre tratado de que no le quitaran lo que por derecho le pertenecía y por otro lado, los guardias moliendolo a golpes sin ninguna consideración alguna.

Y por otro lado, el ver a su familia suplicar por que pararan, que lo dejaran en paz y lo soltaran. Pero ellos no hacían caso a sus palabras, solo veían con dolor la escena, pidiendo clemencia. Estos no hicieron caso y lo subieron a un carruaje donde se llevaban a todos los presos.

—Tengo que hacerlo y si debo acabar con el reinado de ese hombre, lo haré.

(•) (•) (•)

—Marinette—

Mi jornada laboral comenzó de la manera más cansada y complicada, Madame Tsurugi había salido y me había pedido junto a una de las trabajadoras que limpiaramos por completo el gran salón de la mansión.

Era demasiado cansado, ya que debíamos limpiar el suelo con un cepillo y una franela, practimente ninguna de las dos nos habíamos dicho algo, solo para repartir parte de la tarea. Desde que había llegado a esa mansión, ninguna de las empleadas de limpieza me había dicho algo, solo lo hacían para decir cosas horribles de mi sin siquiera conocerme.

Amor y Destrucción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora