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—Adrien—

Había despertado ya más calmado, justo cuando me dedicaba a desayunar, escuché unos pequeños toquidos en mi ventana. Pude reconocer de quien se trataba por la forma en cómo se escucho.

Me levante de mi lugar y me dirigí hasta la entrada, al abrirla tuve que salir para comprobar de quien se trataba y esta a en lo cierto.

Nino estaba recargado en la pared unos menos más alejado de mi, justo al lado de la ventana donde había tocado.

No pude evitar recordar lo que había sucedido la vez pasada con ambos, habíamos peleado por algo sin importancia y no estaba tan contento de su visita.

—Adrien, quiero hablar contigo— Me pidió aun en su misma posición.

Trate de manterme en calma, sabía muy bien que no debía comportarme como un niño y debía reflexionar todo lo que había pasado, así que con toda la calma que pude obtener en ese instante, hable.

—Dime— Dije con tranquilidad en mi, no quería verme mal frente a él.

Nino parecía que no esperaba esa contestación de mi parte, pero aún así hablo.

—Adrien yo... Quiero disculparme por lo que dije hace unos días— Mantuvo su mirada gacha unos momentos para después subirla a la mía —No debí comportarme así, fue muy tonto de mi parte de verdad, quiero arreglar las cosas contigo, yo fui él de el error— Confesó con firmeza en sus palabras— Te juro que he pensado mejor las cosas y tienes razón.

Esas últimas palabras me dejaron con curiosidad, así que me atreví a detenerlo.

—¿Por qué me das la razón?— Pregunté con el ceño fruncido.

—Por qué es la verdad— Abrió sus brazos— Tu tienes razón, esa chica no me pertenece y yo me comporte como un completo idiota.

Eso que no me lo llegue a esperar, me quedé parado aún frente a él, siempre que llegaba alguna discusión tan mínima como fuera, nunca llegábamos a nada y al final le veíamos el lado divertido a las cosas.

—Muy bien Nino, ya no vale la pena hablar de estas cosas— Aclare con una pequeña sonrisa en mis labios— Además parecemos dos niñas arreglando esto.

Él no pudo evitar soltar una pequeña carcajada por mis palabras. Pero así me sentía, no era normal que el llegase y me pudiera disculpas y mucho menos de esa manera.

—Muy bien entonces... ¿Todo bien?—Pregunto alzando su mano para que yo la estrechara.

Me quede fijo en mi lugar, pero pronto uní mi mano con la suya.

—¿Porque no?— Dije con gracia al momento de estrecharla.

Ambos llevabamos ya un largo tiempo de amistad, no quería romperla por una simple pelea que no tenía importancia.

Entramos los dos y el se sentó en donde estaba mi silla, yo tomé asiento justo a los pies de cama. Sabía que me quería contar algo, lo veía en su expresión que llevaba desde antes de entrar.

—Ahora quiero que sueltes lo traes entre manos— Dije sin siquiera pensármelo, ya llevaba curiosidad.

—Si que me conoces lo suficiente– Se encogió de hombros adoptando una actitud más relajada pero a la vez emocionada. —Yo... Veras... He podido salir con la chica que me gusta— Sonrio con completa ilusión.

Amor y Destrucción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora