Lluvia de perseidas

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Joshua, te voy a matar, a ti y a tus estúpidos consejos.

¿En qué momento le mandé ese mensaje a Apolo?¿Y en qué momento estoy esperando frente a la puerta de su casa?
Bueno, casa, eso era una mansión, que digo mansión, el mismísimo Olimpo.

Tranquila, Thebe, no le puedes dar peor impresión de la que le diste en la fiesta.

No me costó encontrar la ubicación, tan solo tuve que ir hasta la casa de Raquel, nada más llegar, era imposible no fijarse en la enorme casa frente a la de ella.
Ya había avisado Apolo de que le estaba esperando en la puerta, los nervios me carcomían por dentro. ¡Nunca había quedado con un chico que no fuese Ángel! Y me daba igual que lo de esa tarde con Apolo fuese una mera salida de amigos, mis habilidades sociales no. Son. Buenas. ¡Me pongo nerviosa!
Mientras Apolo terminaba de prepararse tomé mi teléfono para mirar mi perfil de Facebook, nada, ni una sola etiqueta, ni un solo comentario en mi muro... tampoco mensajes de Cris o Ángel.
Parecía que era más prescindible en sus vidas de lo que creía.

-¿Necesitas algo? -una grave voz masculina me asustó, haciendo que el teléfono casi se cayese de mis manos.
Levanté la cabeza, un apuesto chico me miraba desde el interior de la verja de los Hidalgo.
Su cabello castaño, ligeramente sudado, se pegaba a su frente de manera uniforme, dando a entender que venía de hacer ejercicio. Tenía sus intensos ojos azules, tan fríos como el hielo, posados en mi, analizándome sin disimulo alguno.
Su mentón, ligeramente levantado hacia arriba, era un innegable gesto de superioridad, la incipiente barba que lo cubría, le daba más atractivo del que ya tenía.

¿Qué comen en este pueblo para estar así?

-Y... yo estaba, estaba... -el chico alzó una ceja, presionando para que continuase hablando.
Joder, ¿por qué me impone tanto? ¡No tartamudees, idiota!
-Estaba... esperando a Apolo -el chico alzó una ceja, guardando las manos en los bolsillos de su pantalón del chándal.

-¿Mi hermano? -Así es, Artemis Hidalgo estaba frente a mi después de hacer ejercicio. Mis piernas temblaron, ¿cómo era posible que alguien tan joven me impusiera tanto?

-Sí -me miró de arriba abajo, como evaluando si era suficiente como para ir a tomar un helado con su hermano.

-No te conozco -dijo con una frialdad que me heló la sangre. Iba a responder cuando un grito cortó el tenso ambiente que se había formado entre Artemis y yo.

-¡Thebe! -Apolo se acercaba corriendo a la puerta de su casa, al llegar a esta abre la verja. Dedica una confusa mirada a su hermano- ¿pasa algo, Artemis? -él solo negó con la cabeza, sin dejar de mirarme a los ojos.

-No -se colocó la chaqueta que antes llevaba en la mano sobre el hombro- ¿cuándo vuelves?

-No muy tarde -Apolo se colocó a mi lado- además, tengo el móvil -Artemis asintió con la cabeza, dándose la vuelta para entrar en la enorme casa.

-Vaya... -murmuré, en ese lugar era normal vivir escenas surrealistas todos los días.

-Mi hermano, Artemis, impone un poco, ¿verdad? -Apolo y yo comenzamos a caminar por la calle, bueno, Apolo caminaba, yo tan solo le seguía.

-¿Un poco? Casi me da un infarto -Apolo rio
Que risa tan mona.

-Suele tener ese efecto -subió la mirada del suelo a mis ojos- ¿Cómo llevas la mudanza?

𝗧𝗵𝗲𝗯𝗲 || Apolo HidalgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora