'Hercules miente'

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«Es curioso como los mortales ajustan la mente a su versión de la realidad.»

Adhara

Según los noticiarios de Los Ángeles, la exposición en la playa de Santa Mónica había sido provocada por un secuestrador loco al disparar con una escopeta contra un coche de policía. Los disparos habían acertado a una tubería de gas rota durante el terremoto.

El secuestrador -quien vendría a ser Ares- era el mismo hombre que nos había raptado y arrastrado por todo el país en una aterradora odisea de diez días.

Después de todo, el pobrecito Percy Jackson no era un criminal internacional. Había causado un buen revuelo en el autobús de Greyhound de Nueva Jersey al intentar escapar de su captor -a posterior hubo testigos que aseguraron haber visto al hombre vestido de cuero en el autobús-. El psicópata había provocado la explosión en el arca de San Luis; ningún niño habría podido hacer algo así. Una camarera de Denver había visto al hombre amenazando a sus secuestrados delante del restaurante, había pedido a un amigo que tomara una foto y lo había notificado a la policía. Al final, el valiente Percy Jackson se había hecho con un arma de su captor en Los Ángeles y se había enfrentado a él en la playa. La policía había llegado a tiempo. Pero en la espectacular explosión cinco coches de policía habían resultado destruidos y el secuestrador había huido. No había habido bajas. Percy Jackson y sus cuatro amigos estaban bajo custodia policial.

Fueron los propios periodistas quienes nos proporcionaron la historia. Nosotros nos limitamos a asentir, llorosos y cansados, y representamos el papel de víctimas ante las cámaras.

—Lo único que quiero —dijo Percy tragándose las lagrimas—, es volver con mi querido padrastro. Cada ves que lo veía en la tele llamándome delincuente juvenil, algo me decía que todo terminaría bien. Y se que querrá recompensar a todas las personas de esta bonita ciudad de Los Ángeles con un electrodoméstico gratis de su tienda. Este es su número de teléfono.

La policía y los periodistas, conmovidos, recolectaron dinero para cinco billetes en el siguiente vuelo a Nueva York. No teníamos otra elección que volar, así que confiamos en que Zeus aflojara un poco, dadas las circunstancias.

Al acomodarme en el asiento de avión, me quedé dormida.

Grover me despertó susurrando algo como «no entiendo cómo te duermes con un vuelo así».

La prensa local nos esperaba fuera, pero conseguimos evitarlos gracias a Annabeth, que los engañó gritándoles con la gorra de invisibilidad de Los Yankees puesta: «¡Están allí, junto al helado de yogur!¡Vamos!», me causo gracia que los mortales se dejen llevar por lo que escuchan.

Nos separamos en la parada de taxis. Percy nos dijo que volviéramos al Campamento Mestizo e informáramos a Quirón de lo que había pasado. Protestamos, y al final los únicos que habían sucumbido fueron Annabeth y Grover.

¹Adhara Black | HP × PJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora