34. Solución

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Todos estuvimos intentando encontrar soluciones a lo del matrimonio, pero nada era lo suficiente bueno o coherente. A veces me entraron ganas de aceptar el compromiso solo para que todo acabara. Papá y mamá se fueron por esto y todo por mi culpa.

Justo cuando Killiam estuvo a punto de decir algo, tocaron el timbre y por la mirada de indiferencia de cada uno que parecía no haberlo escuchado me levanté.

Intenté poner una sonrisa, pero cuando vi quien fue al que me hizo levantarme del sofá, se borró. Alexander estaba frente a mí con sus ojos fijos en el interior de la casa. 

- He venido a recogerte, fue lo que acordamos. Te he dejado unos días para asimilarlo.

Su expresión era indiferente y parecía igual de ilusionado que yo con todo esto de la boda. Supongo que esto es como una muestra de gratitud que tuvieron nuestros antepasados, pero no significa que tengamos nosotros que cargar con esa culpa ya que ninguno de los dos queremos hacerlo. Y por lo menos yo no tengo ganas de ser infeliz durante toda mi vida, sabiendo si seremos capaz de amarnos. Aunque ahora eso es lo menos importante.

- ¿Podemos dar una vuelta? - asimilando que me iba a decir que sí, cerré la puerta y empecé a caminar hacia el bosque.

Él me siguió en silencio hasta que estuvimos lo bastante lejos de la casa.

- Se que tu tampoco te quieres casar, ¿por qué haces todo esto? - quise saber lo que pensaba.

- Kayla, no es tan fácil, yo... - empezó a a dar vueltas intentando pensar.

- Si que es fácil, no tenemos que cargar con decisiones de personas que ni siquiera conocemos. Simplemente acabemos esto aquí. Tú no me quieres y seguramente habrá una chica a la que quieras y con quién te casarás por amor - empezó a tranquilizarse y se sentó en una enorme piedra.

La verdad es que me había propuesto que esta charla convenciera a Alexander que podemos hacer lo que queramos con nuestras vidas, no simplemente seguir algo por una ayuda del pasado.

- Kayla - él tomó mis manos mientras que me miraba a los ojos -, sé que no podrás entenderme pero si no lo hago yo, lo harán mis hijos y quiero que esta carga acabe aquí.

No sabía como interpretar esta respuesta, ahora no estaba segura de que Alexander quisiera anular la boda.

Miré sus manos, las cuales seguían unidas a las mías y seguido, a sus ojos, los cuales no apartaban la vista de mí. Cada vez me confundía más.

- ¿Qué quieres decir con todo esto?

- Quiero decir que nos casemos. Tú podrás seguir con tu vida y yo con la mía - mis manos se desataron de las suyas al instante.

- Alexander, ¿te estás escuchando? Sabes que eso no es posible. ¿Y si rompemos la carta y ya está? Te repito que yo no voy a ser la novia, así que búscate a otra.

Hasta hace cinco segundos creía que el también estaba buscando aunque sea una mínima solución a todo esto, y a decir verdad se me está haciendo repetitivo y agotador.

- Por favor, quiero acabar esto ya - sus gestos eran cada vez más débiles y sus ojos no habían descansado en días -. ¿Crees que tu has sido la única que ha estado pensando en que hacer? No creas que esto es fácil para mí. Solo firma el papel, por favor.

De su chaqueta saca una especie de sobre marrón, lo abre y me muestra unos papeles. Al leerlo me doy cuenta que todo esto es real, que el contrato esta en mis manos y que solo hace falta una firma. Esto solo puede acabar de una forma, y se cual es. 

Solo aceptando.

- Está bien - mi mente da un giro de noventa grados y acepta - pero con la condición de que el matrimonio solo sea de contrato. Después de firmar desapareceré, y por favor, no le digas nada a nadie ni del matrimonio ni de que hemos hablado.

Había ideado el plan hace segundos, y ese era huir.

Alexander aceptó sin ninguna objeción y después de firmar me fui a casa. Esa noche lo único que pude hacer fue preparar las maletas silenciosamente y escribir una carta de despedida. En todo momento pensé en mis hermanos, en mis padres, en mis amigas y en Noah; pero ahora mismo no había sitio en mi vida para ninguno de ellos. Tenía que alejarme de todo. Se que suena egoísta, pero no quería ver las caras de decepción de mi familia al enterarse que después de tanto tiempo buscando soluciones había acabado firmando los papeles. Ni la de Noah después de todo.

Las maletas estaban debajo de la cama, evitando que nadie las viera. Bajé a cenar con todos y los fui escaneando uno por uno. Mamá y papá estaban muy felices de estar de nuevo con todos nosotros, se les veía en sus caras. Kyle tenía la mirada seria en el plato y Killiam estaba hablando alegremente con todos, metiendo pullitas de vez en cuando a Noah. Y él, tenía mi mano cogida debajo de la mesa.

Así es como lo había imaginado siempre, todos juntos comiendo y riendo. Pero la realidad es otra, la cuál te da un bofetón a veces.

Todo esto era muy repentino y sabía que me iba a arrepentir, pero era lo que tenía que hacer.

Cuando terminamos de cenar subí a mi habitación sin que nadie se diera cuenta y la cerré con pestillo. Lo único que no quería era ver a alguien antes de que me fuera.

Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas y la única forma de tranquilizarme era decirme a mí misma que esto era lo correcto. Pero no funcionó. Acabé tumbada en el cama con los ojos rojos y al final me dormí.

Pero mi pequeño sueño no duró tanto ya que algo, o mejor dicho alguien hizo que me despertara.

Noah había vuelto a trepar por la ventana y estaba intentando entrar silenciosamente.

- ¿Qué haces aquí? - sus ojos estaban de un color inusual al de siempre - ¿Noah?

Sin previo aviso se abalanza sobre mí y empieza a besarme desesperadamente. Intento separarlo pero me coge las manos para inmovilizarlas. Parece como si no pudiese controlar su cuerpo.

- ¿Noah, qué te pasa? - intenté resistirme todo lo que pude, pero perdió mi conciencia.

El beso pasó a ser salvaje. Noah pasó sus manos por mi cintura, atrayéndome a él más de lo que se podría. Sus manos expresaban deseo y amor, algo que nunca había sido capaz de experimentar. Era algo nuevo y sabía como iba a acabar.

Intenté encontrar el valor suficiente para detenerme pero antes de volver a intentarlo Kena se hizo participe de mi cuerpo y la noche siguió como era de esperar.

Esa noche me implantó la marca, haciéndome suya.

Solo suya.

Pero la felicidad no iba a durar mucho, solo era cuestión de horas de que saliera de la casa sin ver a todos antes de previo aviso.

_._

Esa noche todo cambió y me llevé algo conmigo, aquello que algún día me haría regresar.


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Último capítulo

Muchas gracias por seguir leyendo.

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