Capítulo 1.

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| Holland |




   Me hubiese levantado temprano de no ser porque la película de anoche estaba algo interesante y se me había pasado poner la alarma. Aun así, procuré terminar de alistarme lo más rápido que mi ánimo somnoliento me permitía y salí de la habitación con las cosas del instituto en las manos y cerrando las puertas a mi espaldas para encontrarme de lleno con la puerta de stickers de mi hermana pequeña; quien, al parecer, también se le había pasado que en el móvil existía una app para los flojos y había decidido pasar de ella.

Era una suerte que mis padres no nos hubieran bombardeado por ser tan madrugadoras y, a ser sincera, era algo que me tenía sin cuidado porque ellos eran peores que nosotras.

Toqué la puerta de mi hermana con insistencia, mirando la hora en el reloj de muñeca y mordisqueándome los labios por aquel nerviosismo tardío que estaba fluyendo por mis venas.

—¡Mía! —volví a gritarle cuando mi móvil comenzó a sonar con la llamada de Trev: mi novio. Contesté la llamada llevándome el móvil al oído a la vez que mi hermana me gritaba, por alto del volumen de la música que siempre ponía para hacer cualquier tontería, que ya salía—. Hola, cariño.

—Hola.

Sonreí sin poder evitarlo, aun cuando la pereza y el entumecimiento muscular no me daba ni para parpadear y enrollé  mechones de cabello alrededor de mis dedos, cuán adolescente estúpida que le hacía ilusión oír la voz de su querido novio.

—Mhmm, me huele a que llegaremos tarde. Y el primer día. Genial —le imaginé recostado en su asiento, toqueteando el volante con sus dedos y sonriéndole a la nada mientras hablaba conmigo y, de igual forma, tratando, a toda costa, de evitar  reírse de mí—. Igual y no te apures, eh, seguro que el director está complacido en vernos el primer día en su oficina.

Casi al acabar de burlarse, mi hermana salió de su habitación amarrándose el pelo mal formado con una liga multicolor.

—¡Lista! —expresó con entusiasmo, cerrando su puerta para después dejar adherida a ella un letrero con las palabras «Letal para humanos, Bitch».

—¿Es broma, verdad? — los ojos en su dirección, dudosa, a la vez que intercalaba la mirada entre la puerta y ella.

—No es broma; es letal —dijo con simpleza, riendo por lo bajini.

No evité darle una mirada confusa cuando pasó por mi lado, sonriéndome y dando saltitos alegres, mientras asimilaba todo el desastre que llevaba en el rostro: todo indicaba que una gurú del maquillaje le vomitó en el rostro.

Reprimí una sonrisa cuando terminó de alejarse por el pasillo, continuado con los saltos y colgándose la mochila al hombro, de color  verde chillón con la cara del Guasón estampada en el bolsillo frontal.

Trev se aclaró la garganta del otro lado de la llamada y yo me apresuré a seguir a mi hermana por el pasillo.

—Nos vemos afuera, Trev.

—Nos vemos, preciosa.

Colgué el móvil y me lo guardé en el bolsillo del pantalón.

Mía estaba hablando con papá cuando llegué a la primera planta. Mamá tenía dos bolsas en las manos que me tendió cuando llegué a ella para despedirme. Me regañó con la mirada cuando traté de safarme de sus brazos. Mamá abrazaba fuerte y tenía la costumbre de dejarme sin aire.

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