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Cuando Markus se ofreció a acompañarme al trabajo no pude negarme. El día de instituto había estado horrible y no tenía ánimos para negarme. Él estuvo todo mi turno en una de las mesas, centrado en su móvil y en los cuadernos elaborando el trabajo que nos habían puesto en una de las clases. Lo único que sabía de él es que era en parejas y que me había tocado con una chica que se ofreció a ir a mi casa; no recordaba haberle dado la dirección, es más, ni siquiera recordaba haberle confirmado. Así que cuando mis mesas estuvieron servidas y el señor Harry se fue a la trastienda junto con Susan y Karl, yo le llevé su bebida a Markus y aproveché para hojear lo que estaba haciendo, por si a la final no había quedado en nada con la chica y podría tomar ideas sobre el suyo (copiarme descaradamente. Aunque sabía que a Markus no iba a molestarle, al contrario, estaría feliz porque eso significaría que estaría más tiempo conmigo).
—Eh, eh, avispada. Ni lo pienses —tajó él al verme con el móvil frente a las hojas de su cuaderno. Ignoró por completo la botella de agua que le puse frente a las narices, y se echó hacia atrás con el cuaderno en la mano mientras me miraba con la ceja ennarcada.
—¿Qué?
—¿Acaso piensas que dejaré que me robes así?
—No es robo, Markus...
—Lo es, Holland. Además, es deshonesto. Tú no eres así.
Mantuvo la indignación enmarcada en todo momento.
Iba a replicarle, con un tono molesto de paso, porque él no era de las personas que se preocuparan amenudo por honestidades y trabajo limpio. Pero al darme cuenta de lo que estaba apunto de hacer, me arrepentí. Tanto que incluso empezó a dolerme el estómago.
—Joder —fue lo único que dije; después de estar meditándolo le había encontrado todo tipo de consecuencias que podrían pasar si Markus no me hubiera detenido.
Suspiré y escondí el móvil de nuevo al bolsillo del delantal; Markus dejó nuevamente su cuaderno en la mesa y, sin dejar de verme como si no me reconociera, se aclaró la garganta para preguntarme algo que, con la cautela que se le notaba en cada parte del cuerpo, se le veía la indecisión. Rasgos que no eran propios de él.
—¿Sucede algo con el rarito?
Resoplé mientras me masajeaba las sienes, sin estar muy segura si seguir parada como tonta sin hacer nada de provecho o ir a golpear al hombre que me hacía señas en una de las mesas de fondo. Mi subconsciente me recomendó permanecer ahí para que no explotara contra aquél hombre que, seguramente no iba a quedarse callado.
—Me pasa que estoy celosa —no pensé más de dos segundos antes de hablar, ni siquiera lo pensé y lo solté como si se tratara de un tema trivial y sin importancia. Markus apretó los labios y sus manos pasaron a unirse después de segundos de debate interno para sujetarlas.
—¿Del rarito?
—No le llames rarito. Es molesto. Su nombre es Han.
—Vale, vale, Han.
De pronto ya nada me impedía decirlo en voz alta; dentro de mí, sentía que iba a acabar con mis órganos lentamente entre más tiempo siguiera conservándolo. Tenía que sacarlo. Probablemente no estaba tomando una gran decisión a quien contárselo, porque era Markus, alguien que no tomaba muy enserio las situaciones delicadas y que carecía de empatía. Pero tampoco podía hablarlo con Meyth. Pam me llamaba "blandita" cada vez que me veía con Markus. Sunset se reía de mí y Shay y las demás no entendían nada. Así que, Markus era la mejor opción.
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HAN
Romance«El silencio puede destruir las palabras» Han no supo cómo sucedió; pasó de no preocuparse por nada a preocuparse por todo cuando Holland se le acercó el primer día de clases. Pasó de ignorarla; a mirarla por los pasillos y sentir un vuelco en...